viernes, diciembre 22, 2006

El Camino del Acero, de Andrés Díaz Sánchez


Crítica de El Camino del Acero en Fantasymundo

Portada de El Camino del AceroToda una sorpresa. La última novela de Andrés Díaz Sánchez (Madrid, 1973), tras “Los Guerreros sin rostro” (2003, Planeta) y “La Maza Sagrada” (2006, Planeta), ha resultado ser una obra creíble, muy bien dibujada y sin duda atrayente por su mezcolanza de fantasía y aventuras y su audaz planteamiento. Pocas veces, en el género de la fantasía épica, un autor español ha dibujado tan bien un mundo como Andrés en El Camino de Acero, editado por Editorial Ábaco e ilustrado por Manuel Calderón. Sin duda, Andrés será un autor para seguir muy de cerca en el futuro, y una referencia del género en nuestro país: quienes lean la novela podrán comprobarlo, no exagero. Pero no nos vayamos por las ramas.

Carlos Alonso Juárez es el protagonista de la novela: un joven débil y enfermo terminal que pasa sus días en un hospital. Pronto, su mente se ve transportada y termina por ocupar un cuerpo que no es el suyo. Alarmado y extrañado, la fortaleza vuelve a su cuerpo y despierta en un mundo con una lengua y unas costumbres radicalmente diferentes a las de Madrid, su ciudad natal. La vida y el cargo del guerrero Dargor Atur le pertenecen ahora, pero Carlos tendrá que adaptarse y vivir conforme a lo que se espera de un “ornai”, del jefe de los ejércitos de Sarlia, su nueva patria. Su padre, Amáer Atur, es el “sigra” de Sarlia, la máxima autoridad, pero no se lleva muy bien con su hijo. Carlos, cuyos padres reales murieron hace mucho, intentará recuperar el afecto del embrutecido Amáer, pero las costumbres de Sarlia serán una losa para él.

Durba (La Patria de los Hombres Libres), el territorio donde se desarrolla la acción, es un conglomerado de ciudades-estado organizadas al modo de la Antigua Grecia, con unas costumbres heterogéneas y los tradicionales antagonismos que siempre se reflejaron en la patria de Pericles. De entre las ciudades-estado, la más fuerte es precisamente Sarlia, de cuyo ejército Dargor es el comandante en jefe. El resto tratan de arrebatar la hegemonía a la nueva patria de Carlos, bajo la amenaza de los alais, las numerosas y aguerridas tribus de salvajes que acampan fuera de Durba esperando una oportunidad para hacerse con el botín sarlio. Dargor deberá adaptarse a su nuevo rol de guerrero y olvidar los valores occidentales de su mundo natal, basado en la igualdad y la fraternidad: en Sarlia se premia la fortaleza, y el débil es arrojado al tumulto de la servidumbre o al pozo de la muerte. La amenaza bárbara de los monstruosos alais provocará que el pueblo sarlio vuelva sus ojos al liderazgo de su conquistador Dargor, y pronto éste se verá obligado a defender a su nueva tierra.

De buenas a primeras, el argumento podría asustar por la cantidad de planteamientos similares y a menudo fallidos que un lector habitual puede encontrarse si se adentra lo suficiente en el género de la fantasía épica. Pero Andrés Díaz sabe muy bien hacia donde quiere dirigirnos y como evitar enfangarse en los lodos con los que otros se dieron de bruces. Todo en “El Camino del Acero” tiene un porque, el argumento está muy bien hilvanado, tanto como el mundo de Durba. El autor dibuja con acierto las estructuras sociales, militares y políticas de un mundo convulsionado y en constante evolución, enfrentando con acierto las primeras creencias del protagonista con la dureza de un universo nuevo y que pone a prueba su capacidad de adaptación. Podría decirse que la novela trata como pocas veces he podido disfrutar del eterno conflicto entre las ideas y el deber, entre los ideales y la practicidad. Carlos Alonso cree en valores como la amistad, el amor, la fraternidad y el perdón, pero como Dargor Atur se encuentra un mundo donde se premian el valor y la crueldad práctica, que tan solo entiende como correcto aquello que proporciona un bien inmediato. El amor y la amistad no unidas por la conveniencia son, en el mejor de los casos un lujo mal visto, y normalmente una debilidad propia de timoratos. La crueldad no está asociada a la maldad, sino que es parte de la vida de un universo cambiante y peligroso que no entiende de otra virtud que no sea el valor.

El personaje principal evoluciona de forma coherente y acertada, jamás el lector siente forzados los diálogos ni las acciones, todo ocurre por alguna razón, y al final uno siente que todas las hebras de la trama se hilvanan en un solo tronco y todo termina encajando. Es una lectura densa, no solo por las más de 500 páginas, sino por la complejidad del relato y las fantásticas perlas filosóficas que también desgrana Andrés Díaz. Porque El “Camino del Acero” no es tan solo una novela de aventuras y superación personal, sino también una crítica a la idealización del mundo tal y como lo conocemos, una ácida mirada hacia la épica que normalmente se publica. El autor nos obliga a mirar dentro de nosotros mismos y a través de los personajes enfrenta dos visiones de la realidad contrapuestas. Las variopintas sociedades de Durba nos ayudan a comprender este brutal mundo, y facilitan la crítica constructiva a los valores tradicionales. No solo trata temas tan trillados como el honor o el valor de forma honesta, sino que también enfrenta a los personajes con sus creencias más íntimas. El ejemplo más adecuado lo tenemos en la existencia de Etria, una de las ciudades-estado donde las que mandan son las mujeres, auténticas guerreras que sojuzgan a los hombres y les reducen a un rol de sirvientes y juguetes sexuales que las féminas soportan en el resto de ciudades-estado de Durba. En un momento de la novela, ambas visiones del mundo llegan a encontrarse, y de las chispas de la fricción, el lector puede extraer muchos planteamientos críticos hacia unos y otros muy valiosos. Las mujeres, consideradas en Sarlia poco más que “el descanso del guerrero”, demuestran sus virtudes como luchadoras y organizadoras, al mismo tiempo que presentan sus debilidades y algo de su humanidad perdida.

Dargor se enfrentará a numerosos peligros en Durba, y su ingenio y capacidad de adaptación se verán comprometidas a menudo, pero siempre sin olvidar las frecuentes muestras de reflexión y filosofía, imprescindibles para entender un mundo que le resulta ajeno y a menudo incomprensible. Por supuesto, el eterno enfrentamiento entre filosofía y religión también estará presente, personificado por los Pensadores, y el Culto al Vigilante. Ambas visiones del mundo se disputarán la atención y el apoyo de Dargor, y sus máximos representantes, el ciego Orblad y Nigur, intentarán influir en él. Son memorables los capítulos en los que ambos intentan influir sobre Dargor, quizá los diálogos más complicados de hilvanar y al mismo tiempo más atrayentes, aunque no hay nada prescindible en “El Camino del Acero”. Algunos personajes resultan ser sinceros y honestos, mientras que otros presentan su doble cara en los momentos más comprometidos. Andrés no hace concesiones de ningún tipo: lleva a la trama de la mano y es honesto con el lector al ciento por ciento, hace lo que es necesario y no se deja llevar por el sentimentalismo. La realidad pega constantes bofetadas en la cara a Dargor, pero al mismo tiempo hay puntos más esotéricos y sobrenaturales en Durba, representados por el misterioso Culto al Vigilante y la roca que se sostiene en el aire y también por las extrañas criaturas que el protagonista va encontrándose por esta nueva tierra.

También la enseñanza se ve cuestonada en la novela. En un mundo tan parecido a la Antigua Grecia, Sarlia parece una mezcolanza audaz entre Atenas y Esparta, más cercana a la segunda que a la primera. La educación de los jóvenes se basa en la fortaleza, y Dargor-Carlos enfrentará su visión “democrática” y contemporánea de la misma a la imperante en Sarlia. El resultado de esta lucha será una visión honesta y sin edulcorar sobre las necesidades del mundo y la educación de las futuras generaciones en un medio hostil. La mirada del protagonista es siempre inquisitiva, y con el paso del tiempo se endurece pero sin perder la curiosidad ni la capacidad de juzgar un mundo cambiante y variopinto.

El título puede resumir acertadamente la novela: el camino que Dargor recorre le llevará a la verdadera comprensión de qué significa servir al acero, de conceptos filosóficos tales como el honor, la inmortalidad, la amistad, el amor, la fuerza,… “El camino del acero” no es una simple novela de aventuras y espada, sino que la acción es la piedra angular que permite al protagonista y al lector avanzar juntos por la senda de la comprensión. El origen de la misteriosa fuerza que ha catapultado a Carlos hacia el cuerpo de Dargor y a este nuevo mundo también será la incógnita principal que se mantendrá hasta el final, uno más de los misterios de la novela.

Una novela excepcionalmente escrita y planteada, con giros argumentales en absoluto forzados y con la honestidad por bandera. Una mirada ácida e inquisitiva que se posa en los tópicos del género como un halcón lo haría en su presa, unos diálogos más propios de un maestro de la fantasía épica que de un joven escritor, una acción salvaje sin concesiones, un lenguaje siempre acorde con la personalidad de cada personaje, y un mundo descrito de forma robusta y sin fisuras. Todo ello y más podemos encontrarlo en “El Camino del Acero”, sin duda un descubrimiento, quizá el lanzamiento del año en España del género. Merece la pena, de verdad. Esperemos que tenga la repercusión que merece, porque sería una pena que la novela quedase sepultada entre el aluvión de novedades editoriales. El ritmo constante y la profundidad del argumento y el dibujo de personajes y lugares nos lleva a un mundo creíble como pocos, que disparará la imaginación del lector avezado y del principiante, al mismo tiempo que nos provoca con la exhibición de unos valores tan extraños a esta sociedad en la que vivimos, a menudo avanzada, en ocasiones tolerante, pero normalmente permisiva y paternalista.

Existe una página oficial del libro, donde podéis encontrar, aparte de datos sobre el libro y su autor, varios avances de “El Camino del Acero” (los primeros capítulos y el capítulo cero narrado), y varias de las ilustraciones que jalonan la edición de Ábaco.

miércoles, diciembre 20, 2006

Se pervierte y le indemnizan

Increíble, este mundo está loco. El caradura británico Stephen Tame, de 29 años de edad, de siempre devoto cristiano, casado y albañil en su país, sufrió un accidente laboral, una caída desde un andamio, a resultas del cual se le diagnosticaron heridas graves en la cabeza.

Tras el accidente, según sus propias declaraciones, su líbido aumentó de tal manera que su joven mujer no podía satisfacerle, así que se arrojó a una vida de lujuria y depravación, liándose con varias mujeres y frecuentando clubes de alterne, donde se divertían él y su amiguito con numerosas prostitutas.

Él, cristiano devoto, fiel a su mujer y amigo de sus amigos, se transforma de pronto en un animal sexual, cambia la costumbre de dar en el cepillo por la de cepillarse a todo lo que ve, a la vez que aprovecha para consumir todo el porno disponible en los videoclubs de Londres. Una vida ocupada, vamos.

Pues bien, el juez Michael Harris, del Tribunal Superior de Justicia londinense, ha dictado para él una indemnización (paaayo) de ¡¡¡4,5 millones de euros!!!, ya que a resultas del accidente su vida y la de su mujer se vieron "destrozadas". Joder, milagro que no le dió por matar, en vez de ser encarcelado, las familias de sus víctimas tendrían que pedir perdón :-O

¿Vivimos en un mundo de locos o el loco soy yo? ¿Quién dictaminó que su líbido aumentó tras el accidente, House? ¿El doctor Nick Riviera? Eso da unas cuantas ideas por si acaso no me toca la lotería estas navidades... hum hummmmmmm

lunes, diciembre 11, 2006

Estamos embarazados

Katy como siempre quiso estarYa no hay duda: estamos embarazados, vamos a tener un churumbel. Lo supimos hace pocos días, antes de irnos el puente a Sevilla y ver a unos cuantos amigotes, y como es natural, les dimos la feliz noticia. Pero no sin antes hacer lo propio con la familia, entre la cual se armó un gran revuelo, lógicamente :-)

Hacía mucho tiempo que familiares y amigos nos pedían descendencia a su particular modo y con variada insistencia (me consta que más de uno puso velitas a variados santos), pero nosotros queríamos esperar por temas de salud. Sin embargo, sea lo que sea quien habite en la tripita de Sonia, no ha querido esperar. Quiere existir ya. Y nosotros estamos encantados aunque muy nerviosos, por supuesto.

La foto corresponde a los dos tests de embarazo que se hizo Sonia: el de abajo daba un positivo tenue, y tras unos días el de arriba confirmó que estaba en cinta. Ahora mismo está en el hospital ingresada para controlarle los niveles de azúcar, ya que la futura mamá es diabética. Le harán la ITV unos días y luego seguirá la gestación en casita :-D

Katy como siempre quiso estarEl nene o la nena tiene al menos seis semanas, y de momento no ocasiona muchas molestias a su mami, salvo algún pequeño dolor ocasional. Si es tan tranquilo como por lo visto fui yo, Sonia no lo pasará demasiado mal, pero es pronto para saberlo, ni siquiera para pensar en ello. Por supuesto, algún nombre hemos barajado, pero como al descuido. Hasta los 3-4 meses no podremos saber su sexo, así que poco sentido tiene ahora comentarlo (aún así seguro que seguimos haciéndolo xD).

Será un embarazo muy vigilado por todos, y sin duda será largo, pero estamos muuuy ilusionados, y por supuesto con ganas de que todo salga bien. Aún tengo que hacerme a la idea, no es algo que pueda asumirse con mucha facilidad. Me da la impresión de que todo es irreal, supongo que esa dualidad entre felicidad y estupor la han sentido la mayoría de padres, pero para mí es algo nuevo. Sonia tenía incluso más ganas que yo, de hecho sentía ganas de ser madre desde hace mucho tiempo, y se le nota en la cara la felicidad más absoluta. Yo por encima de todo, me siento vigilante, como si con estar alerta pudiera conseguir por mí mismo únicamente que todo saliera bien. Estoy muy nervioso con el tema de la diabetes, pero todo saldrá adelante, lo sé.

No tengo idea de como será, pero tendrá a dos familias dispuestas a todo por hacerle feliz. Y si se parece a sus padres, intentará hacer siempre las cosas lo mejor posible. No nos planteamos nombres frikis, que sé que alguno/a lo piensa: no quiero que le señalen con el dedo al grito de "¡¡Frodo Daniel!!" o "¡¡Arwen María!!" :-D

A algunos de vosotros os hemos dado la noticia en persona, pero para otros esto es totalmente nuevo. Ojalá hubiera coincidido con alguna mereth o algo así. Al menos a los barceloneses, a los sevillanos, a algunos murcianos y a ciertos madrileños sí pudimos decírselo en persona, pero el resto lo sabréis por aquí a menos que alguien se haya ido de la húmeda. Sé que en muchos de vosotros tendrá una tercera familia :-D


Katy como siempre quiso estarEn momentos así me da por pensar en que ojalá Katy hubiera conocido al que será nuestro hijo, y si nuestros cálculos son correctos, Sonia estaba embarazada cuando nuestra perrita aún vivía. Confieso que a menudo me dio por imaginar como jugarían los dos. A la chucha no le hacían gracia los niños, pero seguro que uno nuestro hubiera sido muy distinto. De todos modos, el destino siempre parece reservarme lo mismo desde hace muchos años: si me ocurre algo malo, inmediatamente me sucede algo opuesto, algo bueno. Y en esta ocasión es algo maravilloso.

Estoy muy nervioso, y a cada minuto intento controlarme para no agobiar a la futura mami con preguntas sobre el nivel de azúcar, los posibles dolores, la temperatura, el malestar,... supongo que es normal, teniendo en cuenta las circunstancias, pero debo intentar no volverme loco ni volverla loca a ella xD

Tengo ganas de gritar :-DDD

lunes, noviembre 27, 2006

Resaca post-vacacional

Sí, sé lo que estáis pensando: "¿vacaciones, este se ha vuelto loco?". Pues sí, la semana anterior estuve en Asturias visitando a la familia. No es que llevase mucho tiempo sin verles, como suele ser costumbre, apenas dos meses y pico tras la boda, pero aprovechamos unos días libres que mi mujer (me sigue sonando raro) arrancó a los petardos de su curro. Dos semanas más le quedan a la muy suertuda. Hay que aclarar que son días que le debían, pero no dejan de ser ¡¡tres semanazas libres!! Le vendrán bien para desestresarse, eso sí.

Esta semana en el terruño ha sido agotadora, como suelen serlo las vacaciones. Porque evidentemente, uno no se conforma con vegetar con una capiriña en la mano y sus huesos en una tumbona (en este caso sidrina en la mano y una buena cama como soporte), sino que va y viene a mil sitios para "aprovechar" las vacaciones. Y claro, pasa lo que pasa: uno regresa al hogar y piensa asombrado "¡leches, si vuelvo más cansado!". Suerte que elegimos el sábado para volver, y tras un viaje tranquilísimo pero agotador, tuvimos todo el domingo para hacer el chucho. Incluso nos permitimos el lujo de recoger todo lo que traíamos y colocarlo, y eso en nosotros, es mucho.

Si físicamente uno acusa las vacaciones, mentalmente es otra cosa. Me encuentro fresco. He despachado buena parte del trabajo pendiente en el despacho y me he encontrado con un aviso de correos de otro libro que me envía una de las editoriales con las que colaboramos. Tengo varios pendientes en casa por criticar, pero uno más nunca viene mal xD

En fin, a ver si mi cuerpo descansa un poco y se prepara para las navidades... ya estamos preparándolas, para viariar. La semana que viene cocinaremos para los amiguetes un pollo de corral (iba a decir "pollazo", pero quedaría fatal y muy guarri) que nos hemos traído de casa de mis padres: un bisho enorme criado de forma natural, como antes, sin guarreridas y a su aire paseando por el campo. Su carne no tiene nada que ver con los pollos "cultivados" que solemos comer: es dura, consistente y oscura. Los pollos del Carrefú o del Mercadona se deshacen cuando son cocinados. Estos necesitan horas de cocción, y saben a gloria :-D

viernes, noviembre 17, 2006

Katy ha muerto

Hoy cuando llegamos por la mañana estaba en la incubadora. Por lo visto tenía varios órganos afectados y los pulmones estaban apunto de colapsar. Estaba sedada, y aún así de vez en cuando deliraba, exactamente igual que cuando soñaba y gritaba o movía las patas. Solo se calmaba cuando la acariciábamos. La veterinaria quería esperar unas horas a ver si mejoraba aunque se encontraba muy mal.

Pero temíamos que sufriese y sobre todo, que se muriera sola. Así que allí mismo decidimos, con lágrimas en los ojos, que Katy debía morir. Es una decisión enormemente dura, pero que le sobreviene a uno claramente cuando ve a alguien tan querido tan postrado y tan mal. La claridad no evita las lágrimas ni la congoja, pero sabes que tienes que hacerlo. Ambos la acariciamos durante un rato despidiéndonos y la veterinaria vino con una jeringa de un líquido de color verdoso. Sobredosis de anestesia. La besé, la acaricié las orejas, dentro y fuera de ellas, el lomo, las piernas,... esperando que supiera que estábamos allí con ella. Creo que lo sabía, tenía los ojos entreabiertos y cansados. Cuando le pudieron la inyección casi instantáneamente se le extinguió el brillo de los ojos y el rictus de su boca eliminó la expresión. Pero parecía viva... durante un rato seguí acariciándola hasta que ya no pude más. Se me iba un pedazo de corazón, pero dejaba su recuerdo en todos nosotros.

Es duro, muy duro, y consuela pensar en ella brincando, jugando, con los ojos ansiosos ante nuestra comida, o el tacto de sus pelos en nuestra cama,... pese a todo tuvo una muy buena vida, hizo casi lo que quiso con sus amos y vivió mucho tiempo, siempre a tope. Jamás pude verla indolente ni descansando sin motivo. Me animó en muchos momentos, y la quiero como he querido a poca gente... pero está mejor así. Su cuerpo ya no podía sostener su vida, pero ha dejado mucho en nosotros.

Me parece mentira que se haya ido, y tiemblo al pensar que nunca más estará con nosotros ese cuerpo diminuto y peludo, tan ágil pese a su tamaño. Pero jamás podré olvidarla, y eso es lo mejor que se puede decir de nadie, que deja un hueco difícil de llenar.

Es un momento triste... tanto ha dado y tanto le dimos. Aunque también hemos de sentirnos felices: ha sido todo muy rápido, apenas 5 días. Y hasta ahora ha hecho lo que más le ha gustado. Aún la recuerdo pequeñísima y vulnerable cuando nos la trajeron. No paraba de morderme las zapatillas, conectamos enseguida. Ella sabía que jamás le haría daño, y si alguien la reñía, enseguida venía a mí para protegerse. Estaba muy bien educada, y sabía lo que debía o no hacer, y muy pocas veces se permitió defraudarnos. Y yo intenté siempre tratarla como a parte de mi familia. Y cojones, lo he hecho... quizá demasiado bien.

Hasta luego, Katy...

jueves, noviembre 16, 2006

Y al cuarto día... ¿resucitó?

Si ayer la chucha estaba terminal, hoy aún hay esperanza. El veterinario, tras nuestra visita ayer por la tarde, comprobó sus niveles de hematocrito (no por si se había dopado, sino para comprobar su anemia) y se decidió a consultarnos. El día del ingreso estaba a 9 de hematocrito, cuando lo normal sería 40. El mismo veterinario comentó que ese nivel "no era compatible con la vida", y tras dos transfusiones lograron estabilizarlo en 36. Su pipí se hizo casi amarillo, mientras que antes estaba rojo por la sangre, y parecía estar mejor, así que nos recomendaron una operación.

Querían abrirla para vaciarle la matriz y comprobar que el tumor no se había extendido a otros órganos. En ese caso, habría amplias posibilidades de recuperación si la operación salía bien. Este mediodía le abrieron la barriguilla y le extrajeron el contenido de la matriz, tumor incluido. Los órganos no parecían estar afectados salvo una ligera inflamación del hígado. Le hicieron una biopsia y ahora lo están analizando en un laboratorio ajeno al hospital. Las perspectivas son buenas por fin.

Cuando llegamos a las cinco, dos horas después de la operación, la chucha estaba medio consciente, con las orejas extendidas como agujas y como hablando en sueños, en su pose característica de "descanso vigilante". Debido a la anestesia apenas nos pudo hacer caso, aunque gimoteaba un poco pidiendo mimos. Seguía con el mismo tono amarillento de los ojos, pero se la notaba mejor. Cuando la sacaron para hacerle unas pruebas delante de nosotros, enseguida gruñó por lo bajini a las enfermeras como diciendo: "después de lo que me habéis hecho, ¿no podéis dejarme tranquila?"

Entre gruñido y gruñido le tomaron la temperatura y demás. Por lo visto, acostumbra a gruñir en cuanto ve una bata verde de enfermera, cosa lógica en su lugar :-P

En fin, según el veterinario "se abre una gran ventana de posibilidades", lo que contrasta mucho con las nulas opciones del otro día. El tajón que le han metido impresiona, más de un palmo en su barriguilla. Estamos esperanzados pero cautelosos, y muy agotados, desde luego. No podemos concentrarnos en el trabajo y dormimos con dificultad... cada poco nos entra la depre y tal, aunque ahora estamos algo más animadillos. Y que dure :-)

martes, noviembre 14, 2006

Historia de una perra (epitafio)

Katy como siempre quiso estarHoy hemos recibido una muy mala noticia. Nuestra perra, Katy, un chucho pequeño e inteligente, tiene un tumor grave. Han sido más de 12 años de lametones, juegos y complicidades, algo complicado de resumir. El viernes se fue con los suegros a su casa de campo y jugó como siempre, con desenfreno; incluso el sábado siguió siendo ella. Pero la mañana del domingo despertó cansada y triste, y ni siquiera pudo acompañar al patio a los primeros en levantarse de la cama. Por la tarde nos la trajeron a casa, y pudimos comprobar que se mareaba (apenas se tenía en pie) y estaba tristona. Corriendo la llevamos a un hospital veterinario muy competente. Era el primer problema serio en más de 12 años. Mientras la llevamos al coche, observamos como hace de vientre y deja un poco de sangre en el suelo. Nos alarmamos aún más.


El veterinario de urgencias nos atendió muy amable, intentando tranquilizar a Katy, que en cuanto ve una mesa de metal frío lo asocia con sus frecuentes revisiones, y no le gustan un pelo. Se revuelve todo lo que puede, y no es mucho porque está sin fuerzas. El veterinario constata la gravedad del tema y nos propone ingresarla. Esa noche dormirá en una espaciosa celda.

Al día siguiente vamos en horario de visita y nos dicen que tiene una anemia galopante y que están buscando su origen. Tiene también una infección de matriz y deberían operar, pero no sin antes resolver el tema de la anemia. Ella nos recibe enfadadísima por haberla dejado allí "sola", y no nos quiere ni ver. Poco a poco logramos que nos haga caso, aunque está agotadísima. La sacamos de la celda e inmediatamente, se acurruca junto a mí y se mea. Casi todo es sangre. Tras limpiarla, estamos con ella en brazos un buen rato y la volvemos a dejar en la celda, muy nerviosos.

Hasta hoy por la tarde... al verla de nuevo cogemos fuerzas: está mejor, hace más caso y camina sin demasiados problemas. La sacamos a un pequeño patio y mea un poco, con algo de sangre, pero mucho menos que en el día anterior. La cogemos en brazos y la sacamos a recepción. Tras muchísimo rato, aparece el veterinario y nos lleva a un despacho.

Tiene un tumor, no saben en que lugar de su pequeño cuerpo. Podrían recoger biopsias de sus órganos y ver cual es el afectado, pero su anemia desaconseja prolongarlo. No va a mejorar, e insistir es perder el tiempo y ocasionar sufrimiento a Katy. No siente dolor ahora mismo, tan solo se siente muy cansada, pero poco a poco le irán fallando órganos. Puede durar una noche, como una semana o un mes, y la mejoría solo es responsabilidad de la transfusión de sangre de hoy. No hay esperanza. Katy se muere.

Katy tras la bodaHemos llorado, nos hemos lamentado... y ahora toca pensar en que es lo mejor para Katy. Estoy destrozado... lleva conmigo desde hace muchos años. Creo que mañana le pondremos la inyección letal, no quiero que sufra lo más mínimo. Estaré con ella hasta el final, hasta que exhale su último aliento, quiero ser lo último que vea y huela. Me ha dado mucho esa canija de color canela y pies teñidos de blanco, ha estado conmigo en tragos horribles pegándome lametones cuando lo pasaba mal o gruñéndome cuando la hacía rabiar. Ha sido una compañía fiel inestimable y con un carácter muy dulce. Siempre se portó bien y aprendía rápido cualquier cosa. Pensé siempre en su bien porque no me dio más que cosas buenas...

Y en eso pensaré mañana. Quiero ser lo último que vea y huela, quiero que sepa que estoy allí y que no la dejo sola. Es parte de mi familia y siempre la tendré en la memoria. Se me rompe el corazón cuando pienso en que mañana será la última vez que la vea... pero no quiero verla doblada por el dolor, sintiendo como sus órganos van fallando uno a uno. Quiero que se vaya sin dolor, durmiéndose, como si se quedara dormida. Será a mí a quien doble el dolor, pero sé que puedo soportarlo. Ella no sufrirá si está en mi mano. Por todo lo que me ha dado... será un día tristísimo, insoportable, duro. Pero me quedo con los 12 años de alegrías que me dio. No creo que exista un cielo ni un infierno ni nada parecido, ni para humanos ni para animales. Esta es nuestra vida para bien y para mal, y cuando se acaba, solo queda nuestro reflejo en los seres queridos, queda su influencia en nosotros. Y en ese sentido, Katy seguirá siempre viva.

Mi madre dijo hoy algo curioso: "¿ves de qué vale tener un perro?". Pues que nadie se haga esta pregunta, y si alguien se la hace yo le respondo: no se puede vivir con miedo a perder lo que se tiene; no se puede renunciar a algo solo por miedo a perderlo. La vida solo se vive una vez, y en ella damos todo lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Jamás me arrepentiré de nada. Lo que me dio Katy compensa un trillón de veces el disgusto de estos días. Estará siempre en mi corazón y en mi cabeza. Te quiero, Katy.

miércoles, noviembre 08, 2006

The Wicker Man, el despropósito

El policía Edward Malus (Nicholas Cage) se encuentra de baja laboral, debido a un accidente en carretera, en el que no pudo rescatar a una madre y a su hija de una colisión frontal con un camión. Las inquietantes escenas del accidente, en el que ambas perecieron entre las llamas, no hacen sino aumentar la desazón del protagonista, que más tarde recibe un informe de sus compañeros en el que se destaca la ausencia de cadáveres en el interior del vehículo. Presa de las alucinaciones y de los medicamentos, recibe una enigmática carta de la que fue su prometida, quien le abandonó cuando estaban apunto de casarse. En ella, Willow Woodward (Kate Beahan) le explica que la hija de ambos, de quien Malus no tenía noticia, ha desaparecido en el poblado donde las dos vivían, y le emplaza a que la ayude en la búsqueda de Rowan.

Edward, que apenas puede creer que tenga una hija, pide ayuda a sus amigos policías y se desplaza desde California hasta una isla regentada por la matriarca Summersisle (Ellen Burstyn), donde desde el principio comienza a sentirse rechazado. Los extraños no son bienvenidos en la isla, y la única relación que mantienen con el exterior se basa en las periódicas entregas de suministros que realiza un piloto de hidroavión. La población de la isla se abastece a sí misma de los productos básicos, mediante una eficaz distribución del trabajo en forma de comuna. Pero Malus enseguida se topa con trabas en su investigación: los lugareños le evitan y se muestran esquivos e incluso violentos con él, niegan que alguna vez Rowan haya vivido en la isla y le aseguran que su exprometida está absolutamente desquiciada. Por su parte, Edward descubre toda una serie de ritos paganos en los que la población de la isla cree, y que bien podrían haber servido para condenar a su hija Rowan. Las mujeres dominan la vida social y productiva del lugar, y condenan a los hombres al ostracismo. Esa hostilidad se refleja también en el protagonista, que no sale de su asombro en cada entrevista que mantiene con los paisanos de la isla.

Para colmo de males, Willow se muestra reticente a revelar demasiado, advirtiéndole de que todo el mundo miente en la isla, y que saben mucho más de lo que dicen. El encuentro de Edward con varias mujeres no hace sino aumentar su inquietud… ¿qué se esconde tras esta trama?

Pues sinceramente no mucho: el director Neil LaButte (En compañía de hombres, Posesión), realiza un penoso remake de un clásico de 1973 de la británica Hammer, del mismo título y protagonizada en su día por Edward Woodward, el mítico Christopher Lee y Britt Ekland. Nada se salva en esta producción que ni sabe en qué género sentar sus posaderas. Si pretende dar miedo, no produce ni inquietud, si intenta crear un thriller no dispone ni de la mínima tensión, y si su único apoyo reside en el reparto, ni eso se salva. No solo la historia no tiene ni pies ni cabeza, sino que la ejecución del director dista mucho de ser siquiera un producto decente. Lo plano de las actuaciones, unido a un pésimo montaje y a un guión imposible del propio director antojan excesiva la inversión en una entrada de cine para ver “esto”. No estoy en contra de los remakes, aunque normalmente representen visiones como mínimo distorsionadas de sus respectivos originales, pero “The wicker man” nunca debió ver la luz.

Uno puede pensar que, ante lo disparatado en general de la película, podría ser ideal para reirse de ella al menos, pero ni siquiera eso: si algo produce la película es indiferencia y una sensación constante de chapuza que ni la presencia de Nicholas Cage o de Ellen Burstyn pueden disipar. Ni un solo susto, ni un momento de inquietud, ni uno es capaz de empatizar con los protagonistas en ningún momento, incluso teniendo en cuenta que durante toda la película, según el argumento, tocaría sufrir por el destino de una niña. Pues no, electroencefalograma plano.

Normalmente uno intenta destacar lo bueno de cualquier cosa, máxime cuando se supone que detrás de un proyecto normalmente reside un esfuerzo o al menos la intención de aplicarlo, pero sinceramente, en “The wicker man” no puedo apreciar nada que se salve de la quema general. Tras la primera escena del accidente, el guión es una sucesión de despropósitos. Podrían haber hecho buen uso del papel de Willow, destinado a confundir al agente de policía despistado de turno, pero en vez de eso, se limitan a dibujar a una exprometida chiflada que no sabe más que dar información inconexa al personaje perpetrado por Cage, como si el director-guionista fuera consciente de sus propias limitaciones al escribir el guión y optara por la parquedad de palabras en lugar de elaborar una trama con sentido. Ni el policía, auténtico motor de la película, es capaz de transmitir más que estupidez: no tiene ni dos dedos de frente, ni es capaz de atar cabos ante la evidencia, ni ganas que tiene. Todos los personajes están llevados de forma indolente y sin asomo de carisma o credibilidad. Asombra, eso sí, que Nicholas Cage haya puesto incluso dinero para producir esta película. Ni siquiera cabe la posibilidad de que se hayan dejado parte del metraje en el tintero, responsable en muchas ocasiones de fallidas producciones: el montaje que nos enseñan no esconde nada bueno. La banda sonora pasa tan desapercibida que en muchos momentos puede destacarse su total ausencia, lo que destaca aún más la desnudez ambiental y el poco clímax que es capaz de alcanzar.

Incluso la sustitución del "villano" de la película ayuda al despropósito. En la original de la Hammer, era un patriarca interpretado por Christopher Lee el encargado de soportar el peso ambiental de la cinta, pero aquí se sustituye por una mujer para reforzar el sentido pagano adorador de la figura femenina de la comuna de la isla.

En fin, una película destinada a ser olvidada cuanto antes... me recordó más a un capítulo malo de la serie fantástica Embrujadas que a una producción seria de Hollywood, y degrada a todos sus personajes principales y secundarios, casi lo peor que puede decirse en estos casos.

Crítica de The Wicker Man en Fantasymundo

lunes, octubre 16, 2006

The Fountain (La Fuente de la Vida)

Dirigida por el realizador neoyorkino Darren Aronofsky, y con guión de él mismo y su mejor amigo, Ari Handel, se estrenará próximamente The Fountain, traducida en España con el infame nombre de “La Fuente de la Vida”, que no da sentido al argumento ni la resume en absoluto. Tuve la oportunidad de verla la semana pasada en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, y la verdad, es bastante recomendable.

El hecho de que Handel, co-guionista, sea también doctor en neurocirujía, ayudó sin duda a Aronofsky, director así mismo de “Pí” y “Réquiem por un sueño”, a configurar la trama, complicado ejercicio de simultaneidad temporal. Si ya la tarea de escribir el guión fue complicada (después veréis porque), desde el principio hubo problemas más… técnicos. Darren tuvo que realizar grandes esfuerzos, y volverse literalmente loco para ver finalizada esta producción. En un inicio, la Warner Brothers puso sus ojos en el proyecto, y Brad Pitt era el destinado a dar vida a su protagonista masculino, junto a la estupenda Cate Blanchett (Galadriel en El Señor de los Anillos). Pero el guaperas Pitt vió el guión poco adecuado para su carrera y finalmente declinó su participación, dejando en la cuneta a todo el equipo técnico desplazado a Australia. Tras Brad, que terminó rodando “Troya”, se fue corriendo cual gacela Blanchett, y tras ellos dos los 100 millones de dólares de presupuesto inicial. Por supuesto, Aronofsky, que había rechazado jugosas ofertas económicas y artísticas por filmar “The Fountain”, entre ellas el último “Batman” y la esperada “Watchmen”, se volvió loco de atar: su proyecto, largamente acariciado, se esfumaba. Los estudios le retiraron los fondos y todo terminó, menos el crujir de sus uñas cada vez que las mordía. Tras tres años de esfuerzos, estábamos en el 2002 y el proyecto parecía morir.

Pero Aronofsky no se rindió. Llegó a la conclusión de que, si con 60.000 dólares de nada (según los cánones de la industria estadounidense del cine) fue capaz de rodar la exitosa e icónica “Pí”, podría hacer “The Fountain” sin tan jugoso presupuesto. Reescribió el guión para convertir su película en más barata para los estudios y llamó de nuevo a su puerta. Y quien la sigue, de vez en cuando la consigue. Con más de 30 millones de dólares, que ya está bien, y con Hugh Jackman (Lobezno en Xmen) y la guapísima Rachel Weisz, como protagonistas, y con la Warner de nuevo por medio, este magnífico cuento sobre el dolor ve la luz por fin. Aronofsky por fin respira.

No se confundan. La crítica, antes de verla sin duda, ha englobado automáticamente dentro del género de la ciencia ficción a “The Fountain”, a causa de las primeras fotos del rodaje que transcendieron. Pero nada más lejos. La última película de Aronofsky es un canto al dolor que produce de vez en cuando la vida, del esfuerzo por superar la muerte inminente de un ser querido, sobre la resignación.

Tommy Creo (Hugh Jackman), un reputado médico, lucha por descubrir una cura para el tumor que padece su mujer Isabel (Rachel Weisz). Experimenta con primates intentando descubrir la causa y la cura, mientras su esposa languidece próxima a la muerte. Ella intenta que pase con él sus últimos momentos y acepta su inminente muerte, mientras que Tommy ve en los progresos de sus experimentos la cara de la esperanza. Pasa todo el tiempo en sus laboratorios mientras ella empeora día a día. Pese a todo, Isabel comprende y anima a su marido, consciente de que, a pesar de la futilidad del intento, él necesita seguir adelante. Mientras, escribe un pequeño libro, que espera sirva a Tommy para aceptar su destino.

Un argumento inicialmente tan simple se complica y enriquece enormemente por la originalidad del planteamiento de Aronofsky. No se conforma con reflejar el dolor habitual de este tipo de situaciones, garantizado ya por la emotividad inherente a una enfermedad de este tipo, sino que va más allá. Utiliza la historia que escribe Isabel y los pensamientos de Tommy para crear dos realidades paralelas que rivalizan entre sí por alegorizar el dolor real y los sentimientos que atraviesa el protagonista. El espectador se ve atrapado inicialmente por este desdoblamiento perturbador, que resulta confuso a las primeras de cambio, pero se torna imprescindible más tarde, según evoluciona la trama. La fotografía es inmensa, preciosista, está perfectamente dibujada y planificada para ayudar a entender mejor los sentimientos de Tommy. Con el Árbol de la Vida como conductor común y aparente destino final, el personaje interpretado por Jackman evoluciona su dolor desde la rabia y la desesperación, a la impotencia y quizá la aceptación de la muerte de su esposa, pero no sin antes pasar por una serie de estados intermedios, alegorizados de forma contínua por estas dos realidades paralelas.

La metafísica, contínuamente presente en estas dos realidades, quizá pueda agotar y confundir a parte del público, pero sin duda la visión de esta película no dejará indiferente a nadie, no tanto por la crudeza de las emociones y la espectacularidad de las imágenes, sino por la curiosa mezcla de realidad y fantasía épica que consigue Aronofsky. No es una producción para todos los públicos, está claro; el director no la ha rodado para las grandes masas. Ha escrito una historia destinada a hacer pensar en lo que de verdad merece la pena, a conmover la fibra sensible y a disfrutar de las alegóricas visiones.

Hugh Jackman se destapa como un auténtico actor dramático, está de veras inmenso, lo cual resulta una sorpresa. Sus registros interpretativos, escasamente explotados en otros proyectos, se ven reflejados en el protagonista de "The Fountain" de forma magistral. Son en realidad tres papeles en uno, aunque todos ellos con el mismo nexo de unión, la espina dorsal de la película: comparten el mismo dolor, y el mismo afán de superación del mismo.

Pese a que muchos críticos desdeñan a Rachel Weisz, para mí es una buena actriz, sobre todo en papeles dramáticos, como es el caso. Pese a lo difícil de su situación enfermiza, transmite a la perfección el optimismo desesperado destinado a animar a su pareja que comparten algunos enfermos terminales. Los distintos grados de degeneración de su salud saltan a la vista al espectador, que empatiza con ella en mayor grado si cabe gracias a su buena interpretación.

Mención aparte merece la madura Ellen Burstyn, que repite con el director tras intervenir en “Réquiem por un sueño”, por su buen hacer en el papel de Lilian, una compañera de trabajo de Tommy, que intenta poner un poco de cordura en éste. Como siempre, muy eficaz y sobria.

Insisto, la complejidad de la película puede asustar en un inicio, pero rápidamente la historia envuelve al espectador, merced a las imágenes y a las tres historias enlazadas. El ritmo narrativo es constante y uno tiene la contínua sensación de avanzar hacia un lugar en concreto, pese a que en ocasiones las escenas parezcan sucederse de forma arbitraria. Aronofsky no tiene piedad con nosotros, y la música de Clint Mansell no resulta ser demasiado brillante, aunque acompañe a la perfección a las imágenes: eso sí, si queréis música para conciliar el sueño por las noches, comprad la banda sonora.

“The Fountain” es bastante recomendable, pero eso sí, como siempre hay que ser consciente de lo que uno va a ver… cuestión de gustos. En el pasado Festival de Venecia, el público acogió la película con una mezcla de aplausos y abucheos a partes iguales, sin embargo, la recepción en el estreno en Sitges ha sido apoteósica: aplausos por doquier. Vosotros decidís…

viernes, octubre 13, 2006

Hijos de los Hombres (Children of men)

Hoy fuimos a ver al Festival de cine Fantástico de Sitges la última película del mexicano Alfonso Cuarón (Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, Grandes Esperanzas), protagonizada por Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine, y basada en una novela de Phyllis Dorothy James, más conocida como P.D. James, y autora de, entre otros, “Sabor a muerte”, “Intrigas y deseos”, “El pecado original”, “Muerte de un forense”, “Un impulso criminal”, “Sangre inocente” y la última en editarse en España: “El Faro”. “Hijos de los hombres” es su primera incursión fuera del género criminal que tantos éxitos le ha dado.

No estaba preparado para esta película. Esperaba una película típica de ciencia ficción “made in” Hollywood, con buenos efectos especiales, aceptable guión y una compensada actuación. No en vano Clive Owen (El caso Bourne, Amar Peligrosamente, El rey Arturo, Sin City, Sin Control, Plan Oculto) me parece uno de los actores más creíbles que últimamente ha parido la industria estadounidense del cine. “Sin City” nos demostró la clase de actor que era este inglés de 42 años recién cumplidos, de rostro expresivo y gran presencia frente a la cámara, que ganó en 2005 un Globo de Oro por su papel en Closer y fue nominado a los Oscar. El tráiler de “Hijos de los Hombres” (Children of men) ya me atrajo irresistiblemente por la historia, pero quién iba a pensar lo que se me venía encima.

“Hijos de los Hombres” parte de un futuro no muy lejano, en el que las mujeres son infértiles y hace 19 años que ningún niño ve por primera vez la luz en el mundo. Sin risas infantiles, bajo la inamovible creencia en la decrepitud de la raza humana, ésta, por primera vez en su historia, se ve privada de su más íntima razón de existencia y vitalidad: la supervivencia. Cada ser humano es consciente de que, cuando su vida se apague, ninguna otra vendrá a ocupar su lugar en el mundo, no habrá un mañana para nadie. La realización a través de los propios hijos, algo consustancial a cualquier animal en la Tierra, les es negada. Unos optan por la negación, otros por la indiferencia: tan solo unos pocos continúan creyendo en una solución. Sin un mañana, las distintas sociedades del mundo paralizan su desarrollo, catatónicas, incrédulas… atónitas.

La esperanza se pierde, pues ni los más eminentes científicos encuentran la causa común de la infertilidad. Al inicio, los embarazos se interrumpían pasados los primeros meses de gestación: los abortos eran cada vez más frecuentes, y se producían cada vez más cercanos a la fecha de la concepción, hasta que las mujeres dejaron de quedarse embarazadas. Los estudios científicos se sucedieron, pero los esfuerzos pronto quedaron sepultados por la certeza. ¿Contaminación, pandemia, castigo divino? Nadie sabe la causa, pero la realidad se impone. Ante su dureza, en el año 2027, unos reaccionan preparándose para lo inevitable y comprando kits de suicidio, otros simplemente ignoran la realidad y siguen con sus vidas como mejor pueden en medio de la negación, y otros se refugian en la religión, interpretando la infertilidad como un “castigo divino” por los errores y la arrogancia de la raza humana.

Pero nada de esto es posible para Theo (Clive Owen), un antiguo activista que perdió a su hijo hace años, en tiempos de la epidemia de gripe, cuando era apenas un jovencito. La que fue su mujer, Julian (Julianne Moore), continúa su lucha contra la misteriosa enfermedad que le arrebató a su hijo, lidiando contra el gobierno en busca de la verdad. Theo no puede olvidar a su hijo, y cada día supone para él una tortura. El no ser la única víctima no le consuela en absoluto, y su matrimonio se rompió hace ya veinte años. Su única ligazón con la realidad son las frecuentes visitas a su amigo Jasper (Michael Caine), una antigua figura pública cuya mujer se encuentra mentalmente enferma: hace tiempo que no siente nada. Jasper conoce el dolor que atenaza a Theo, e intenta consolarle con su peculiar humor. Alejado de Londres, en medio del campo y escondido de miradas curiosas, sobrevive gracias a sus contactos en el mercado negro.

Gran Bretaña, escenario de la historia, es un país imperialista que ha conseguido librarse del caos internacional, instaurando una política represora destinada a acallar las críticas internas. El territorio rural comienza a despoblarse y a convertirse en un peligroso campo de guerra, así que la población que sobrevive huye a las ciudades, los únicos lugares donde el gobierno puede garantizar los servicios mínimos y una seguridad aceptable. Fuera de ellas es peligroso transitar, ya que peligrosos grupos anarquistas saquean y matan a los viajeros.

Las primeras víctimas del gobierno fueron los inmigrantes. Sabían que no podrían hacer frente a las necesidades mínimas de la población inglesa si debían soportar la ingente llegada de inmigrantes a sus costas, así que optaron por una solución salomónica: cada día, mediante redadas llevadas a cabo por las ciudades, les detienen y les internan en campos de concentración. Algunos son asesinados, otros torturados y despojados, abandonados a su suerte en el inmenso gheto.

Un buen día, una camioneta se abre por sorpresa y unos hombres secuestran a Theo. Al llegar a una nave abandonada, descubre que su mujer, Julian, es la responsable de su cautiverio. Su organización lucha por los derechos de los inmigrantes, y mediante una férrea organización, han conseguido librarse de los militares y sus campos. Y quieren que Theo les ayude.

La organización necesita papeles para una refugiada inmigrante llamada Kee (Clare-Hope Ashitey). Ésta ha de llegar a la costa, donde la esperará un bote, que la llevará a un mítico barco llamado Mañana (Tomorrow), en el que los miembros del Proyecto Humano intentan encontrar desesperadamente una cura para la infertilidad. Nadie sabe si existe realmente el proyecto, pero la desesperación les empuja, porque Kee es… la primera embarazada en casi veinte años. Ella, con una criatura en su seno desde hace ocho meses, es la esperanza de toda la raza humana, la luz al final del camino, el símbolo que podría unir de nuevo a aquellos que buscan el futuro sobre el destino. Pero supone también el último botín para todo aquel que quiera hacerse con el poder. Luke (Chiwetel Ejiofor, el cazador de la Alianza en “Serenity”), que domina a los integrantes del grupo de Julian, intentará hacerse con el niño por motivos políticos. El viaje resulta aún más peligroso de lo planeado en un principio, y Theo deberá huír de todos y ayudar a la futura madre a llegar al barco.

Podría decirse que, más que una película, “Hijos de los Hombres” es un documental. Como tal está rodado, con curiosos movimientos cámara al hombro, una fotografía realista y un crudo hilo argumental, y cumple su función completamente. Uno no tiene la sensación de ver una película, sino de asistir a un fragmento de la vida de un grupo de personas. Esta película no se ve, se vive. La sencillez y el dramatismo del planteamiento, llega por igual a todas las edades y creencias. La negación de la concepción, el futuro borrado de la faz de la Tierra, la certeza de que no habrá un mañana. Como reza una pintada: ”El último en morir que apague la luz”.

Todo esto es ya de por sí responsable de la empatía que produce en el espectador, pero la forma de presentar el argumento de Cuarón es el verdadero acierto de esta película-documental. Las escenas son crudas, sin concesiones ni dramatismos adicionales, se identifica perfectamente con lo que podría ser la realidad. Sin paños calientes, sin ocasionales huecos para reflexiones esperanzadas: todo está perdido, y los protagonistas lo saben, lo sienten en sus carnes. Sus gestos, la forma anodina de conducirse y la consternación que la población mundial siente por la repentina muerte de la persona más joven de la Tierra, son indicativos suficientes de la desesperanza más absoluta que les embarga. La fotografía realista contribuye al marco de forma prodigiosa, convirtiendo al montaje en un relato que podría ser real. Las secuencias normalmente son impactantes, de una crudeza sobrecogedora, tan solo interrumpida por ocasionales momentos de humor necesarios para no saturar de desespero al espectador, pero enseguida el director vuelve a la carga: la misión es demasiado oscura, las circunstancias demasiado perturbadoras y violentas como para permitir otra cosa. El espectador sufre con los protagonistas: el director nos obliga a ello, nos empuja directamente al abismo y aún más, nos gira con sus propias manos la cara y nos señala la caída.

La película comienza de forma espectacular: Theo se salva por los pelos de una bomba colocada en una cafetería de la que momentos antes había salido tras pedir un café. Mientras camina aturdido por el ruido y la deflagración, se ve a una mujer que recoge su propio brazo, inerte y arrancado de raíz. La cara de Theo refleja que no es el primer atentado que presencia o del que oye hablar. La conversación de otros protagonistas lo confirma: en Londres los atentados terroristas son comunes. Contínuas referencias a desastres en otros países (Madrid es arrasada) refuerzan esa sensación de apocalipsis contínua de la que Gran Bretaña tan solo se libra por los pelos. Ciudades enteras diezmadas, manifestaciones y grupos anarquistas violentos toman las calles en otros países. Los grupos inmigrantes se organizan para evitar la represión del gobierno británico, mientras otros ciudadanos intentan seguir con sus vidas.

Una vez que nos tiene convencidos, llorando por la raza humana y desesperados, Cuarón da una vuelta de tuerca más. Solo cuando la abultada barriga de Kee se descubre, el espectador asiste atónito, empatizando con los mismos protagonistas, a un último rayo de futuro, a un halo de humanidad recuperada. A la vida, en definitiva. Theo se queda sin habla en esa escena, y en ese momento recupera la fe, la fuerza en la lucha de su vida. Su única misión consistirá en llevar a esta mujer al mítico barco.

El nacimiento alivia y maravilla al espectador como si estuviera viviendo el momento junto a los personajes. Pero el miedo se instaura enseguida de nuevo en nuestros corazones: en medio del caos y la violencia, un ser tan frágil, y portador de la última esperanza del ser humano, no puede sobrevivir sin ayuda. Theo, el héroe anónimo por antonomasia, sin hogar, sin futuro pero con una misión redentora, luchará por ese primer niño.

La escena principal de la película es sobrecogedora: por fin el niño, oculto a otros ojos que no fueran los de su madre, Theo y una inesperada ayuda de una inmigrante, es por fin revelado a los militares y refugiados. La adoración casi mística que profesan mientras Kee camina entre ellos con el niño en brazos emocionaría a una piedra. Apartan en ese momento toda lucha, todo dolor, toda desesperanza, todo miedo… para dar paso a la maravilla del nuevo nacimiento. A cada metro que recorren con el bebé en brazos, el éxtasis llega a cada alma, no pueden evitar mirar extasiados a la esperanza cara a cara: un nuevo día ha llegado, y la dura y fría noche poco a poco cede ante la luz. Pero no os preocupéis, no os desvelo el final, esta es solo la escena clave conceptualmente hablando, refleja todo el sentimiento del argumento, nada más y nada menos.

Incluso los momentos en un campo de concentración, con los perros acosando a los detenidos, las jaulas con encapuchados y la fotografía recuerdan a las escenas de las torturas de los soldados estadounidenses en Abu Ghraib y otros campos en Irak que todos pudimos ver por televisión. En alguna escena también la sangre salpica la cámara, sobrecogiendo aún más al espectador.

Hacía años que una película no me llegaba de forma tan clara y profunda. Tras bajarse el telón, mi primer pensamiento fue: “¡¡joder, esto es cine!!”. Y es que, amigos, una película no debería ser nada forzado, no debería notarse “el truco” del prestidigitador. Asistimos diariamente a muchas producciones que tan solo consiguen rozar ese nivel de realidad que deberíamos exigir en un cine: “Hijos de los Hombres” la consigue por completo, de la mano de un director como Cuarón y un actorazo como Clive Owen. Esto es cine, es tan solo una casualidad que sea de ciencia ficción. Es una historia humana, punto y aparte. Mi único temor es el doblaje: la he visto en versión original, e incluso eso refuerza la sensación de realidad. No me imagino a Kee hablando un castellano neutro, cuando en la versión original se le nota el marcado acento inglés africano. En fin, veremos.

En España se estrena el 20 de octubre. Id a verla. No diré más, merece la pena.

Os dejo con una cita del libro de P.D. James, una frase del protagonista masculino:

Hemos apartado de nosotros, como padres en duelo, todos los recuerdos dolorosos de nuestra pérdida. Los juegos para los niños han sido retirados de las plazas... Quemaron todos los juguetes, excepto las muñecas que algunas mujeres no del todo cuerdas utilizan como sustitutos de niños. Las escuelas estuvieron cerradas durante un largo tiempo hasta que las clausuraron o las convirtieron en establecimientos de educación para gente adulta... Solo en los casettes y los discos se escuchan las voces de los niños.. . Para algunos resulta insoportable, pero para la mayoría de la gente funcionan como una droga.


Tráiler de Hijos de los Hombres

viernes, septiembre 29, 2006

De relax

Tras el "parto" del anterior post del blog no he vuelto a pensar en este cubículo hasta ahora. Debéis comprenderlo, necesitaba un poco de descanso tras empujar, empujar y seguir empujando. Las contracciones vinieron rápidas tras la semana de incubación en Lanzarote, y el niño me quedó hermosote, tanto que hubo familiares que no quisieron verlo entero. Es normal, no se lo reprocharía a nadie, nació crecidito. No lo busqué, nació así.

Desde entonces sigo relajado como un trozo de mástil que se deja arrastrar indolente por la marea. La catarsis canaria me ha sentado de maravilla, lo reconozco. Llevo trabajando dos semanas completas, con el currele al día, pero me da la sensación de seguir en el hotel de Canarias.

Y por esa razón, aunque temitas hubo para comentar aquí, no me decidí a daros la brasa como suelo hacer. Bueno, el miércoles la cosa se interrumpió un poco, ya que la nena se puso enferma y tuvimos por precaución que llevarla al hospital, pero en cuanto le hicieron la ITV, todo fue bien. Salió ayer por la tarde, y está mejor. Esto me ha bajado un poco a tierra, pero hoy he vuelto a despegar. A volar, como si no pesase nada. Y que dure...

No suelo bailar, lo hago de pena, parezco Bender (el de Futurama) en plena crisis epiléptica, pero últimamente me siento inmerso en un Gran Vals inglés, bailando como si en los pies tuviese alas. Ahora p'aquí, ahora p'allá, pirueta por ahí, carambola por allá.

Últimamente todo me sale bien. Mis hobbies sobre todo, van viento en popa. Ojalá todo el año sea así; intentaré arrastrar esto al menos hasta que finalice... ¿lo conseguiré?

Suena gilipollas este post, y tonto por añadidura, pero si queréis haceros una idea, imaginad precisamente eso: un gilipollas mirando como un bobo a un punto indeterminado del horizonte. Así estoy yo... tonto perdido :-D

sábado, septiembre 16, 2006

Luna de miel en Lanzarote y Fuerteventura

Los dos en la CuevaLa presente crónica de la luna de miel es un poco larga (más bien es un ladrillazo del copón), y está ilustrada con más de sesenta fotos del viaje, que podéis ver en las miniaturas y los enlaces en negrita. ¿Porqué algo tan largo? Pues la verdad es que el viaje me ha impresionado tanto que no he podido hacer menos. Ahí va :-)

Tras habernos casado felizmente, sin apenas contratiempos, con buena comida y unos divertidos festejos, tras todas las despedidas de los seres queridos y el recuerdo para los que faltaron por unas u otras causas, llegó el turno a la luna de miel. La esperábamos como agua de mayo, ya que, aunque todo salió bien y hacía tiempo que estábamos de vacaciones (sobre todo yo, aunque con varias visitas a la oficina), nos encontrábamos notablemente cansados, tanto física como emocionalmente. Tras unos días en Santes Creus, donde nos casamos, y la despedida a mis padres, nos fuimos a casita.

Con la casa recogida y limpia casi como cuando la estrenamos (aún recuerdo el hartón que nos pegamos para que estuviese decente y pasase la inspección de mi madre en su primera visita, si incluso pintamos el pasillo), nos pusimos a hacer las maletas. En total llevábamos tres rígidas llenas de ropa y complementos varios (una enorme, otra normal y otra más chiquita), y alguna que otra bolsa de mano, más otra maleta de tela vacía y plegada dentro de una de ellas, en previsión de los regalos que tendríamos que traernos de vuelta. ¡Tantos bultos!

Tras terminar de hacer las maletas a altas horas de la noche, nos fuimos a dormir para despertarnos tempranito e ir al aeropuerto. Una vez allí, acompañados por el suegro, salimos del coche y nos dirigimos a recoger los pasajes y facturar las maletas. Entonces nos damos cuenta: ¡los piscolabis! Nos habíamos dejado las cosas de comer en el coche del suegro con las prisas. Le llamamos por teléfono, da toda la vuelta al caótico aeropuerto de El Prat y regresa con la comida. Ya seguros de no habernos dejado nada imprescindible, vamos a por los pasajes. Nos dirigimos antes a la oficina de Soltour, tal y como nos habían comentado, pero la chica, tras esperar un rato, nos dice que no hace falta, que nos podemos ir a la ventanilla de la compañía aérea, y rápidamente, corremos a hacer cola entre el gentío.

Salimos puntuales en avión, con Air Europa y la típica charla de la azafata de turno: casi tres horas de vuelo, saldremos de Barcelona, atravesaremos Valencia, el estrecho de Gibraltar, Casablanca y luego, como ansiado destino, Lanzarote (el enlace conduce a un mapa de la isla, de imprescindible consulta para leer esto xD). Queremos tranquilidad y relax, y ¡por nuestras muelas que lo vamos a conseguir!

El viaje lo pasamos más o menos bien, con siestecita incluída. Los cielos están más o menos claros y se ve en ocasiones el paisaje. Los asientos son muy cómodos y espaciosos, ya que por una enorme casualidad nos toca justo en la ventanilla de emergencia, y están obligados a dejar más espacio de lo usual. La pega es que no puedes llevar nada suelto o encima ni durante el despegue ni durante el aterrizaje, pero bueno, es un mal menor…

Aterrizamos en el aeropuerto de Arrecife, cerca de la capital de Lanzarote del mismo nombre, y la primera impresión es realmente curiosa: muchísimo calor, sensación de humedad pero al mismo tiempo de sauna finlandesa. Por primera vez tenemos la sensación de haber dejado todo el tema de la boda atrás. La verdad, teníamos ganas de irnos lejos, pero al mismo tiempo de que la luna de miel fuese relajada, y no queríamos sufrir las inclemencias de aterrizar en un país diferente con otra lengua. En Lanzarote se tiene esa sensación: estás en otro lugar distinto, de peculiar atractivo, pero al mismo tiempo sigue siendo España.

Tras salir del aeropuerto con todas las maletas, nos conducen a la guagua, término con el que designan en Canarias a los autobuses. Tras hablar con el conductor, metemos las maletas y salimos hacia el hotel.

Mapa de LanzaroteArrecife, tal y como podéis ver en el mapa, está situada en la parte sureste de la isla, y el hotel en la suroeste, en la zona de Playa Blanca, un lugar residencial en primera línea de playa, a pocos kilómetros de Fuerteventura. Puede parecer bastante distancia desde el aeropuerto, pero realmente en Lanzarote todo está a un tiro de piedra. En autobús, puedes recorrer de extremo a extremo la isla en una hora, con la carretera que la atraviesa, en medio de campos de cultivo y casitas blanquísimas. En veinte minutos estábamos en el hotel, pero no sin antes sufrir la conducción de los amables canarios. El adjetivo no va con sarcasmo alguno, es gente realmente agradable, aunque en ocasiones uno se sienta como un guiri lo haría aquí en Barcelona: observado, algo despreciado y en ocasiones timado. Pero es normal en un sitio turístico. Lo realmente pésimo de Lanzarote es la conducción de la gente y lo deplorable de las señales de tráfico. No en vano las islas tienen el mayor índice de accidentes de todo el estado español: la gente conduce como si viviese en un rally permanente, toma las curvas como si le persiguiera el mismo diablo, da igual el vehículo que se utilice. Pero la señalización va a juego: prácticamente inexistente o confusa, lleno de pequeñas glorietas y cambios de sentido.

Tras pasar por varios hoteles, por fin llegamos al nuestro: el H10 Rubicón Palace, una auténtica maravilla que nos hizo mucho más placentera la luna de miel. Ya el vestíbulo del Rubicón impresiona notablemente: su construcción es bastante atípica para Canarias, ya que basa su decoración interior y el sustento de las traviesas de los techos en la madera, que sin duda hay que importar, ya que árboles, lo que se dice árboles, en Lanzarote apenas hay. Como podéis ver en las fotos, el interior es impresionante. Tras entrar, animadísimos, nos dirigimos a la recepción. Tras esperar un poco, ya que había otros huéspedes haciendo cola, nos dan la tarjeta-llave de la habitación y nos dirigimos a ella. Por cortesía, la dirección del hotel, al hacer la reserva y comentar que era una una de miel, nos obsequiaron sin cargo alguno una suite (habíamos pagado una doble normal), una botella de cava de una marca que no había visto jamás (Prisma, algo fuertecita), un pack de tres botecitos de mermelada (incluída una de cactus que aún no hemos probado) y el mejor regalo de todos: una entrada al Spa, que disfrutamos muy mucho.

Grandeee… la suite era bastante amplia, empezando por la cama de dos por dos metros (y no es broma), un baño más que decente y terminando por la estupenda terracita (esos edificios que se ven de fondo también son del hotel) de la que disponíamos, con una mesa y dos sillas para solazarnos con el ocaso (no las utilizamos nunca porque jamás tuvimos tiempo de pararnos). La habitación era estupenda, con un acceso bastante sencillo desde el vestíbulo del hotel, y situada en una zona tranquila, en el edificio principal, con vistas a Fuerteventura. Dejamos las maletas y nos tumbamos en la cama. Desde aquí censuro la estancia en la habitación hasta que fuimos a explorar el hotel. Espero que lo entendáis, y sino, francamente, me importa un bledo, como decía en la versión española Rhett Butler. Si queréis porno, este no es el sitio xD

Dimos una vueltecita por el hotel, que la verdad, era bastante grande. Con casi 600 habitaciones, incluyendo multitud de apartamentos y seis piscinas, varios edificios, tiendas, centro de talasoterapia (con sauna, baño turco,…), jardines, discoteca, teatro, billares, futbolines, varios restaurantes y centros de ocio… impresionante tanto por la magnitud, por la calidad y por la extremada limpieza que presidía el entorno. Una atención de primera y una orientación similar. La verdad es que si ahora mismo eligiese algún lugar donde pasar relajado otra semanita, sería ese.

Estábamos en primera línea de mar, en la zona de Playa Blanca, un bonito lugar costero con un puerto bastante pequeño pero bien cuidado, del que salían varios ferrys hacia Fuerteventura. Realmente estábamos cerca de esta otra isla, como podéis comprobar en esta otra foto: las luces del fondo forman parte de la isla. Varias playas salpicaban la costa, algunas de arena y otras de roca volcánica, pero bañadas por un mar tranquilo y de temperatura media. No es el cantábrico, pero el olor del atlántico en esas latitudes me pareció que tenía poco contenido en salitre, y su brisa era bastante agradable. Si no fuera por la dureza del paisaje en sí, de origen volcánico, hubiera resultado hasta bucólico. De día hacía bastante calor, pero por la noche una fuerte brisa, de la que eran responsables los vientos alisios, se desataba entre las rocas y el hotel, rebajando la temperatura y convirtiendo los ocasos en una dulce calma nocturna. Tras el agobio de Barcelona, la noche canaria fue como un bálsamo para nosotros, con el sordo romper de las olas en la costa.

La primera tarde y noche las invertimos en el necesario descanso, y en probar uno de los restaurantes que entraban en el “todo incluído”, régimen de pensión completa que permitía comer en dos restaurantes, un bar de snacks y beber en los centros de ocio nocturnos todo menos agua, sin cargo alguno. El buffet libre de la noche nos pareció excelente y realmente variado, y con la sensación de haber acertado en la elección del hotel, pasamos nuestra primera noche, que procedo a censurar igualmente. No sé que otra cosa pensábais que iba a hacer :-P

Ya el segundo día, recibimos la visita de nuestro agente Soltour en el hotel, que nos informó de las diferentes excursiones que podíamos hacer. De las cuatro posibles, elegimos tres; más se nos hizo excesivo, teniendo en cuenta que siete días de estancia, repletos de excursiones y visitas libres a distintos lugares, iba a responder poco a nuestro modelo de “luna de miel de relax”. Con tres bastaba, a saber: una a Jameos del Agua, al extremo nororiental de la isla, otra alrededor de Lanzarote y otra a Fuerteventura. Las excursiones son bastante baratas, entre 35 y 70 euros por persona, y son absolutamente imprescindibles, hay que decirlo.

El tiempo que no estuvimos de excursiones, lo invertimos en comprar regalos variados y en visitar algunos lugares andando (cosa que nos pareció más sana que utilizar indiscriminadamente los baratos taxis de Lanzarote). Nos recorrimos varios kilómetros de costa con algunos regalos a cuestas, mientras sacábamos fotos a todo lo que se movía y nos relajábamos con el sonido del mar y las vistas de la isla. Y claro, censurando un poco.

Playas de guijarrosTambién fuimos alguna vez a las piscinas, que disponían de saltos de agua relajantes, donde se produjo el acontecimiento trágico de la luna de miel. Nos disponíamos a pasar la tarde en la mayor de las piscinas, así que por precaución nos aplicamos cremita en la habitación (“yo te doy cremita, tú me das cremita, aprieta fuerte el tubo que sale muy fresquitaaa”, los de las mereth sabrán porque la canto) por buena parte del cuerpo. Aquí censuramos un poquito más. Bajamos, dejamos las cosas en las tumbonas y entramos en la piscina. No cubría mucho, apenas un metro y poco, así que nos ponemos a nadar un poco y a hacernos mimos como corresponde [más censura], cuando pasa el rato y decidimos subir a la habitación para ducharnos, dar una vuelta y cenar. Ya en la ducha, me miro el dedo y me asusto: “¡¡joder, no llevo el anillo!!” Se lo digo a Sonia, que se asusta “¡¡Joder no lo llevas!!…”. Aquí no hace falta que censure nada, pues no hubo violencia (menos mal) ni, por supuesto sexo, ya que perder el anillo de bodas no es un adecuado afrodisíaco. Bajamos a toda prisa y Sonia, que no se había duchado aún, inspecciona la piscina en busca del anillo. Yo me dedico a mirar por el exterior, no vaya a ser que se me hubiera caído en las tumbonas, aunque recordaba haberlo llevado en la piscina. No lo encontramos, y desesperados, nos dirigimos a recepción a avisar de la pérdida. Nos comentan, muy amablemente, que si alguien lo devuelve, lo dejarán allí, que preguntemos. Sonia hace un nudo a uno de nuestros pañuelos, mientras repite la plegaria: “San Antonio bendito, si no me lo encuentras no te lo quito”, convencida de que eso ayudará a que aparezca el anillo. Yo me muestro escéptico, pero aún así la animo “por si acaso”: todo lo que pueda hacerse para recuperarlo, es bueno.

Jameos del Agua De mala leche y hastiados, nos vamos a cenar. Esa noche tuvimos la primera excursión, a Jameos del Agua, en el extremo nororiental de la isla. Los Jameos del Agua es el extremo del tubo volcanico que une el mar con la llamada Cueva de los Verdes (de la que luego os hablaré) y la montaña de la Corona. Durante las erupciones junto al mar, la lava colapsó hacia fuera en burbujas y se enfrió, formando grutas alargadas con aberturas al exterior, semejantes a burbujas que explotan en el chocolate caliente (el símil es de una de las guías de otra excursión, no mío, pero muy apropiado). Tras enfriarse la lava por estos conductos huecos, el agua formó pequeños lagos internos, y en los Jameos precisamente habita una curiosa especie de cangrejos albinos y ciegos, que los lugareños denominan “jameítos” (“Jameo” es un vocablo local que no existe en castellano). Estos animalicos son muy sensibles al ruido, y estuvieron a punto de morir por la costumbre de la gente de lanzar monedas al lago, que se corroían y afectaban a estos invertebrados. Pudimos apreciar unas pequeñas motas junto a las monedas, y apreciar un poco menos el minúsculo tamaño de los jameítos, apenas de una cuarta parte de las monedas. A partir de ese momento, los jameítos para nosotros eran “caspas”: blanquitos y poca cosa.

La leyenda dice otra cosa con respecto a los jameos del agua: cuentan que un berberisco se enamoró de una muchacha cristiana. Él la sedujo con promesas y baratijas, y durante un tiempo se encontraron apasionadamente en ocasiones, haciendo gala de su mutuo amor, pero un dia ella se cayó al fondo transparente del lago interior de los Jameos, que se abrieron para tragar el cuerpo de la pecadora. Él lloró por su amada hasta que no le quedaron lágrimas, y su espíritu se le apareció una noche suplicándole que peregrinara descalzo por el áspero "malpei" (o “malpaís”, como se llama al suelo recubierto por coladas de lava), cosa que hizo. Tras lo cual, los sacerdotes lo bautizaron como cristiano (personalmente prefiero el método tradicional, el agua en la frente y listos). Algunos aseguran que aún en ciertas noches se pueden oír sus lamentos sobre la superficie cristalina del lago.

Mithrand en Jameos del Agua tomando una clara En el interior de la gruta dejada por el paso del magma, han instalado un bar de copas, con un pequeño escenario donde pudimos escuchar varias isas (canciones populares canarias) y tomar unas copichuelas. Para tomar la foto que veis, con la tremenda oscuridad que había, tuve que quedarme muy quieto durante algunos segundos, y con el obturador abierto la cámara hizo el resto. Realmente precioso el lugar; al parecer, fue el primer centro turístico que se creó en la isla, bajo la dirección de César Manrique, un hombre al que adoran con razón, y que es responsable de muchos proyectos medioambientales y turísticos de Lanzarote. Era como Gil y Gil pero en bueno, estaba en todo, forma parte de muchos lugares que hoy son santuario de Lanzarote.

La guía nos contó muy pocas cosas: no sé si era por la nocturnidad de la excursión, pero apenas nos obsequió con una pequeña redacción repleta de repeticiones, malas definiciones y vaguedades que consiguió que no nos enteráramos de nada. Menos mal que la guía de la siguiente excursión nos informó un poco más. Tras una noche agitada, volvimos al hotel tras otra hora de viaje en autobús. Y no os preocupéis, esta vez no censuraré, ya que no hace falta. Íbamos tan agotados, que no hubo más que hacer que dormir y descansar. Se siente, para una vez que lo iba a contar todo con pelos y señales… xDDD

Al día siguiente preguntamos en recepción si habían visto el anillo, antes de ir a desayunar. Intentaron hablar con los encargados de cuidar la piscina, que la aseaban cada noche, por si se había deslizado por los filtros del agua, pero fue imposible, nos comentaron que pasásemos en otro momento, cosa que hicimos más tarde. Al parecer, una mujer lo había encontrado, y muy amablemente, lo había dejado en recepción. Bendiciendo mil veces a la mujer, me pongo de nuevo el anillo en el dedo y nos vamos felices como ostras. Ni que decir tiene que cumplimos nuestra palabra: deshicimos el nudo del pañuelo, como manda la tradición. A veces compensa creer con fe ciega, creedme :-D

Por la tarde fuimos a invadir el Spa con la invitación que nos había dado el hotel. Si existe el cielo en la tierra, está en Lanzarote, más concretamente en ese hotel. El centro de talasoterapia es impresionante: piscinas con aguas termales, chorros de presión, sauna, baño turco, distintos pasadizos inundados con aguas aromatizadas o con gravilla en el fondo para masajear las plantas de los pies, y un río simulado con corrientes artificiales. Y, por supuesto, dos jacuzzis. Estuvimos cuatro horas metidos allí, y terminamos de lo más relajados, en serio, una absoluta delicia. Sin duda repetiremos en otra ocasión, sea allí o en otro lado xD

La siguiente excursión era la que más esperaba. Incluía una visita a El Grifo, tierra de viñedos, a la Cueva de los Verdes, al Parque Nacional del Timanfaya y, sobre todo, lo que más ansiaba: una vueltecita encima de un dromedario. La guía era una señora simpatiquísima, una italiana que parecía de la misma isla, por el cuidado que ponía en sus explicaciones y por el “nosotros” que presidía la conversación siempre que hablaba de los habitantes de Lanzarote. Ese día vimos bastantes cosas. Vayamos por partes.

La Cueva de los Verdes estaba al ladito de Jameos del agua, así que nos tocó todo un viajecito en guagua hasta allí de nuevo, tras recoger por diferentes hoteles a otros compañeros de viaje, varios españoles y portugueses bastante amables.

Fotografía de la Cueva de los VerdesLlegamos a la Cueva de los Verdes, donde también el magma había formado túneles como en los Jameos del Agua, solo que en este lugar las aberturas son interiores, y no están a cielo abierto, como ese lugar. También se entraba por una gruta, pero los corredores por donde la lava había pasado eran bastante más largos y en ocasiones practicables, merced a un camino que habían pavimentado ligeramente y a unas luces que habían instalado en el interior, para iluminar. Los pasajes eran preciosos pero angostos, y allí descubrí en toda su plenitud el maravilloso mundo del obturador de la cámara réflex digital. Sonia me instruyó en su uso, muy adecuado para zonas de luz tenue. La cámara deja el obturador abierto hasta que consigue suficiente luz para realizar la fotografía en condiciones más o menos óptimas de iluminación. El problema es que todo ha de estar absolutamente quieto durante la exposición, porque de lo contrario la foto saldría desenfocada. A base de intentos, conseguimos hacer unas sorprendentes y preciosas fotografías del interior de la Cueva de los Verdes. Al menos había dos pisos diferenciados en la cueva, y comenzamos la excursión por el inferior, para salir por el superior. La excursión interna dura cerca de una hora, y en ocasiones los pasadizos, franqueados por lava solidificada con óxido de hierro y otras sustancias colorantes en su superficie, son tan angostos que uno tiene que casi arrodillarse para pasar. Desde luego no es apto para claustrofóbicos.

En cierto momento, tras haber visitado el pasillo inferior, la guía nos indicó que esperásemos, porque aún había un grupo en el superior. Cuando se fueron, nos hizo pasar, pero no sin antes indicarnos que no hablásemos para no “romper la magia”, y que una vez arriba, elegirían a alguien para que lanzase una piedra por un despeñadero, para que pudiésemos apreciar su profundidad. Una vez arriba, con todos reunidos en el borde del desfiladero, eligió a una mano “inocente”, que lanzó una piedra. Ahí se desveló el secreto de la Cueva, que no se ha de divulgar a nadie que no la haya visitado antes. Yo, por respeto a la guía y a los habitantes de Lanzarote, tampoco lo hago, os quedáis con las ganas :-P

Os recomiendo pasar por la Cueva de los Verdes si alguna vez vais a Lanzarote, es imprescindible, aunque conozcáis el secreto :-D

Tras salir de allí, nos dirigimos al mirador de Haria, que dominaba toda la zona y desde el que incluso se veía el mar. En esta atalaya había un puesto de comidas y una tienda de recuerdos, donde comimos unos churros de pescado buenísimos, papas arrugadas (patatas cocidas al punto de sal) y un pastelito de canela con coco encima. Vimos también unos curiosos helechos que crecían sin maceta colgados del techo. Tras tomar algunas fotografías, enseguida seguimos viaje.

También pasamos por unos curiosos viñedos de camino al Parque de los Volcanes, en El Grifo, donde el peculiar clima de Lanzarote permite incluso la cosecha de vino. La bodega fue fundada en 1775, varios años después de las erupciones de Timanfaya, y plantan los viñedos de una forma peculiar pero que allí es habitual a casi cualquier tipo de cultivo: hacen un hoyo en la tierra volcánica, y lo protegen con un muro de piedra refractaria propia de la zona, para que no lo sepulten los vientos alisios, y allí plantan la vid. Las viñas cubren una buena superficie de terreno, y hacen tres tipos de vino: uno blanco, un tinto y un moscatel. Primero probamos el blanco, que resultó bastante insípido, y luego nos dieron a probar el moscatel, muy dulce y grato al paladar. Ya en el colmo de la valentía, y pese a las advertencias de la guía, quise probar el tinto. ¡Qué cosa más horrible! En serio, parecía un vino picado, avinagrado, funesto y untuoso, malísimo. Hay que tener en cuenta también que es más difícil que la vid encuentre buen sustento en esa tierra, pero el tinto está “de muerte”. Cogimos un par de botellas de moscatel, una para nosotros y otra para el suegro, como curiosidad, y nos fuimos.

Sonia y Mithrand en dromedarioAhora tocaba el pequeño pero intenso recorrido en dromedario. Cuando llegamos al aparcamiento de los de dromedarios (de una sola joroba, por si alguien no lo tiene claro), habría unos cincuenta de estos bichos diseminados en filas en un terreno aplanado, y grupos de turistas se iban subiendo a ellos y avanzaban por las laderas, mientras otros grupos iban llegando y “aparcando”. Tras bajar de la guagua, uno de los conductores de dromedarios, un árabe muy silencioso de mediana edad, nos organizó por parejas y nos subió a las sillas para dos personas. Distribuía bien el peso, intuyendo el de cada persona y añadiendo un contrapeso para equilibrar. A nosotros dos nos hizo intercambiar los lugares, pero le dijimos que pesábamos más o menos lo mismo. Nos creyó y nos situó a cada lado del dromedario. El bicho, que tenía muy malas pulgas, cuando nos vió llegar, y pese a estar sentado, enseguida flexionó el cuello hacia atrás e intentó atacar a Sonia, que trastabilló y por poco se cae de espaldas al suelo. Al fallar, el animalico cabroncete cambió de lado y lo intentó conmigo, pero rápidamente dí un saltito atrás y quedé fuera de su alcance, o eso pensé. El cabrito apuntaba bien, directamente a mis partes nobles, y debió quedarse con las ganas, porque inmediatamente lo intentó de nuevo. Por fortuna, reaccioné a tiempo y me protegí, así que tan solo pudo alcanzarme en el muslo de la pierna derecha. El conductor le dio un correctivo y enseguida pudimos subirnos. Nos ató una especie de cinturón de seguridad rudimentario de lado a lado de la silla (de cuerda, vamos), y nos agarramos con las dos manos en los asideros de ésta. Aseguró al resto de la caravana y comenzamos la ascensión. Nunca había ido en camello, y he de reconocer que me gustó mucho. La sensación es bastante curiosa: al montar sobre una silla para dos, ésta se balancea continuamente de un lado a otro según el dromedario apoya unos pies u otros para avanzar, así que tan pronto bajas como subes mientras avanzas. En nuestro caso, el dromedario cuya cabeza estaba atada al nuestro no paraba de golpear contra el vestido y las zapatillas de Sonia, para irse cada poco a mi lado y acosarme. Pero debió atraerle los colores con los que mi mujé (que raro suena) estaba vestida, porque se pasaba el tiempo con ella. Prueba de ello es esta foto, que Sonia pudo hacer metiendo la cámara entre sus pies y enfocando al acosador hacia atrás. A la vez, nuestro dromedario, como si sintiera celos, pasaba el rato intentando golpear con la cabeza a los jinetes del animal que teníamos delante. Y solo golpear, puesto que los dromedarios tenían la cabeza metida en una especie de bozal metálico cubierto de tela, que evitaba que mordiesen o escupiesen a la gente, cosa que al parecer les encanta hacer. Los de delante eran una pareja de mediana edad, mañica para más señas, y el tío respondía al animal con golpes contundentes, mientras le iba amenazando: “¡¡como te me acerques te arreo!!”. Menudo duelo de titanes… por el cruce de miradas entre uno y otro, el entorno agreste y desértico y la tensión que se mascaba en el ambiente, enseguida me puse a pensar en los duelos tan característicos de las pelis spaghetti-western de Sergio Leone. Impresionante, oyes… ¿quién de los dos sería Clint Eastwood?

El recorrido no era largo, pero invertimos unos quince o veinte minutos en hacerlo. Me parecieron curiosas las pezuñas y el equilibrio audaz de estos animales. Pisasen lo que pisasen daba igual, siempre conseguían un apoyo perfecto. Finalmente, desmontamos en la misma explanada de inicio. Ya con el bicho sentado, Sonia intentó fotografiar al acosador que teníamos detrás, cuando éste, sin duda molesto por salir en el plano, casi le da un tremendo cabezazo. Suerte que, mientras ella le enfocaba, yo le grité “¡¡cuidado!!” y pudo apartarse a tiempo, porque se agachó a toda prisa cámara en mano mientras él le pasaba a escasos centímetros. Y lo mismo me ocurrió a mí con el mismo dromedario antes de desmontar de la silla, solo que me pilló de espaldas y nadie me avisó, pero me pasó también a escasos centímetros (en esta foto ya estaba agachado tras esquivarle). Malditos bichos… xD Luego, la guía nos explico que vivían como reyes, trabajando solamente hasta las cinco, siempre el mismo recorrido, bien cuidados y limpios: para ellos era jauja, pero ya se sabe que contra mejor te tratan… xDDD

Tras comer en un lugar situado antes del Parque Nacional del Timanfaya, donde la comida no estaba mal (ni se os ocurra probar el gazpacho repleto de vinagre aunque el cocido canario está bastante bien), pero los precios de la tienda de recuerdos estaban por las nubes, seguimos viaje hacia el noroeste, para entrar en el Timanfaya. Pero antes de recorrerlo.

Tras este episodio, volvimos al vehículo para entrar en el Timanfaya, donde tan solo pueden penetrar guaguas cerradas. Ni vehículos ni personas particulares a pie. Al parecer, su intención es mantener el Parque Nacional del Timanfaya totalmente virgen, y libre de los restos que las visitas turísticas son tan aficionadas a dejar diseminados: bolsas de patatas fritas, botellas de cerveza, condones,… no hay nada de eso allí. Las guaguas entran y salen y no queda más contaminación que el humo proviniente de los motores, que gracias al viento se dispersa con facilidad. No puedo decir lo mismo de la costa de Playa Blanca, donde cada poco te encontrabas con restos dejados por ahí por turistas faltos de respeto. Incluso una vez, volviendo al hotel, nos tropezamos con un gran grupo de ingleses haciendo una barbacoa en una de las playas, en plan fiestuqui, cuando están protegidas. Pero en fin, hay gente que por visitar un país ya cree que es suyo.

Parque Nacional del TimanfayaHace aproximadamente 30 millones de años que existen las Islas Canarias, situadas en la región macaronésica, formada también por los archipiélagos de Madeira, Azores, Islas de Cabo Verde y las Islas Salvajes, surgidas como consecuencia de la separación de la placa americana y la áfricana-europea y el nacimiento del Atlántico. La separación produjo una fisura, que formó una cordillera submarina, la Dorsal Atlántica. El rozamiento entre las placas oceánica y continental dio lugar a erupciones submarinas. Como continuación a estos movimientos, entre 1730 y 1736 los volcanes de Timanfaya eruptaron sin parar lava durante seis años continuados, y formaron un pasaje lunar apocalíptico en el parque, digno de verse. El fuego líquido abrasó varias localidades y cultivos, pero permitió que Lanzarote aumentara su superficie, gracias a la solidificación de la lava sobre el mar, que compone el paisaje total del Timanfaya. Verlo es realmente espectacular, no solo por lo agreste del terreno: los 25 cráteres volcánicos (el más espectacular la Tacita de Chocolate) y la soledad del lugar son abrumadoras, salida de una peli de ciencia ficción en la luna. Este, como ningún otro lugar de la isla, representa su origen, y el peligro que se cierne sobre Lanzarote si algún día los volcanes volvieran a eruptar lava ardiente. Esa sensación persiste mientras la guagua avanza por los paisajes lunares del Timanfaya. Cualquiera diría que el demonio ha querido fabricarse una casita propia ahí. Vimos basantes volcanes, en especial la tacita de chocolate, y muestras curiosas del comportamiento de la lava, como el Manto de la Virgen, una burbuja con forma de ídem que formó ésta y se solidificó rápidamente en contacto con el aire.

Tras hacer el recorrido de rigor por el parque, paramos la guagua en un pequeño mirador, donde hicimos tres pequeños experimentos guiados por la organización. El primero era sencillo: un hombre provisto de una pala, cogió en ella piedrecitas de ceniza volcánica pero aún caliente, una especie de gravilla de color anaranjado, y nos fue distribuyendo una parte a cada uno. Nos comentó antes que, si podíamos sostener las piedras con la mano cerrada nos las podríamos llevar, las únicas piedras en la isla que se permite robar al turista. Todos fueron pasándose el montón de la mano derecha a la izquierda, alternativamente, hasta que unos no podían más y las lanzaban lejos, u otros conseguían enfriarlas. Yo, que tan solo disponía de una mano por llevar la cámara en la otra, no tardé ni dos segundos en arrojar las puñeteras piedrecitas, mientras que Sonia, que disponía de las dos y más resistencia al calor, consiguió llevárselas. ¡Premio!

El segundo experimento era diferente. Querían que comprobásemos hasta que punto teníamos cerca los volcanes, así que sobre una abertura en el suelo, de la que salía un calor sofocante, pusieron un montón de paja seca, que no tardó absolutamente nada en arder. Según nos comentaron, los fuegos están aún en activo, aunque distintos sensores controlan posibles erupciones… ¡hay que ir siempre prevenidos!

El tercero ya nos lo esperábamos, nos habían advertido, e íbamos con la cámara preparada. Consistía en introducir agua a temperatura ambiente en unos orificios. Debido a la presión y a las altas temperaturas, se producía un efecto similar al de un géiser: es decir, el agua, convertida en vapor, saltaba varios metros en el aire. El momento era difícil captar en fotografía, y testigos de ello son las dos fallidas que tomé, en las que solo se ve una nube de vapor de agua descendiendo. Os enseño una de ellas.

En el interior del mirador hay una parrilla en la boca de un túnel vertical, en cuyo fondo aún descansa la lava. Los gases salen de ahí a altas temperaturas, y usan esa parrilla para asar carne para el restaurante.

Tras terminar en el Timanfaya, fuimos un ratito a las Lagunas del Janubio, en El Golfo, donde pudimos ver una curiosa laguna esmeralda, junto a una preciosa playa donde algunos temerarios se estaban bañando en medio de un insistente viento. De camino al hotel pasamos por las Salinas del Janubio, un lago de unos 1.000 metros de circunferencia que a su vez es un centro de producción, donde los “campos” de cosecha donde el agua se evapora hasta que queda la sal toman distintos colores, según el tipo de plancton que tengan. Todo esto lo vimos desde la guagua, aunque hay buenas fotos (una vez más bendita cámara). Las salinas estuvieron un tiempo paradas, pero recientemente volvieron a producir sal en las charcas.

Tras quince minutos de carretera más, llegamos al hotel, cansados pero contentos de la excursión. Habíamos visto cosas muy interesantes, y sacado multitud de fotos. Deseábamos ante todo descansar, porque al día siguiente temprano teníamos la tercera y última excursión de la luna de miel: un “safari” en jeep por Fuerteventura que prometía ser bastante aventurero. Durmimos un rato, censuro otro poco y nos arreglamos para ir a cenar al restaurante. El buffet libre estupendo como siempre, un poco de conversación, y a la habitación a descansar. Ya no vuelvo a censurar hoy… que llevamos mucho trajín y censurar dos veces en un día como que no xDD

Al día siguiente nos levantamos con el cuerpo relativamente reparado, nos vestimos adecuadamente, con bañador y chancletas, y metemos en la bolsa de mano lo imprescindible. Y por supuesto, la cámara. Bajamos al restaurante, desayunamos, siempre con el zumo de piña abriendo y cerrando la comida (mientras estuve allí bebí zumo de piña para desayunar, comer y cenar todos los días), y luego cosillas saladas variadas. Tras finalizar, vamos a la entrada del hotel, ya que tienen que recogernos allí. Pero llega la hora y nadie aparece. Dejamos pasar quince minutos y llamamos al número de atención al cliente de Soltour. No saben nada, pero llamarán a su vez a nuestro agente y nos dirán algo. Pasan otros quince minutos y volvemos a llamar. Nos dicen que nuestro agente nos llamará a su vez, que no nos preocupemos. Conscientes ya de que no saldríamos, Anacleto nos llama. Con tono de sueño, nos explica que la excursión se ha cancelado y que si la queremos hacer el jueves. Como compensación, nos dejarán en recepción dos DVD’s con información sobre Lanzarote, una especie de documentales que jamás olimos. Po fale. Podrían haber avisado antes… además, nos marchamos el viernes, y lo que menos nos apetece es hacer una excursión agotadora el día anterior, pero en fin, habrá que tragar si queremos ver Fuerteventura. ¿Qué hacemos ahora durante el resto del día, censurar? Pues no, una pena pero no, porque nos tocaba… ¡comprar regalosss!

Toda la mañana nos la pasamos en la costa de Playa Blanca recorriendo tiendas y supermercados, buscando lo que queríamos regalar a cada uno al mejor precio. Era bastante curioso, ya que los precios variaban enormemente según el establecimiento. Algunas cosas llegaban incluso a valer casi el doble de un lugar a otro. Además, casi todos los dependientes eran de habla inglesa o tenían rasgos orientales, circunstancia que me pareció sorprendente, pero luego me comentaron que la isla estaba llena de ingleses y alemanes, que no solo llegaban como turistas, sino que muchos eran residentes. Tras varias horas de compras, y cargados de paquetes, regresamos andando al hotel anhelando descanso y comida. Volvimos justo a tiempo para que no nos cerraran el restaurante, y tras comer nos fuimos a la habitación a descansar de nuestra pequeña hazaña. Por la tarde, playita y el típico plan nocturno.

El día siguiente volvimos de nuevo a las tiendas, pero esta vez a un mercadillo que se celebraba dos días a la semana en un pueblo cercano, a varios kilómetros de distancia. Fuimos andando otra vez, con calma, pero a ciegas. El hotel puso a nuestra disposición un autobús de cortesía, pero cuando fuimos a cogerlo ya estaba lleno, así que nos decidimos a ir a pie. Preguntando se llega a cualquier lado, como digo yo. Fue largo, pero lo hicimos a buen ritmo. Básicamente vendían ropa, aunque también pudimos comprar algunos recuerdos y regalos más. Redondeamos la mañana consumista volviendo hasta el puerto a pie, donde compramos los últimos presentes para familiares y amigos y cogimos un taxi desde allí al hotel. Tras comer nos fuimos a la piscina y pasamos la tarde.

El Jeep de Mithrand y SoniaY por fin la última excursión. Como la otra vez, nos levantamos pronto y demás, pero en esta ocasión sí vinieron a recogernos, pero no en guagua, sino en jeep. Tras el corto viaje al puerto, embarcamos en el ferry camino a Fuerteventura. El mar estaba en calma chicha, y tardamos nada más que doce minutos en llegar desde Lanzarote. Una vez allí, agruparon a todos los jeeps y nos dieron la charla de rigor. Ese día faltaban guías, así que nos tocó un conductor profesional que había hecho el recorrido varias veces pero no sabía tanto como los que solían hacerlo. Y él, consciente de ello, nos llevó hasta otro jeep donde el guía jefe comentaba como sería el recorrido: Corralejo, Majanicho, Cotillo, Tindaya, Vallebrón, Dunas de Corralejo y vuelta. Es decir, desde el norte, en el puerto de Corralejo, donde nos dejó el ferry, enfilamos hacia el oeste por la costa, hacia Cotillo (aquí otra foto de la playa), a través de caminos de grava y polvo, para llegar a una preciosa playa de arena orgánica blanquísima donde descansamos un rato. Luego nos dirigimos hacia el sur, hacia Tindaya, donde cambiamos de dirección hacia la costa este, la que da a África, pero esta vez por el interior de la isla. Nos detuvimos en Lajares, donde comimos, y seguimos rápidamente hasta el Parque Natural de Corralejo, ya en la cara africana de Fuerteventura, donde pudimos ver las dunas de arena, incluso pudimos rodar por una bastante empinada. Tras este episodio, fuimos a una masificada playa, y allí nos bañamos en el mar por fin, quitándonos el polvo del camino. Tras una parada de más o menos una hora, fuimos de nuevo al norte, al puerto, donde cogimos de nuevo el ferry hacia Lanzarote.

El viaje en sí estuvo genial. Me tocó de copiloto en uno de los jeeps, y lo pasé de lujo dando botes por los caminos de cabras por los que nos llevaban. Eso sí, como la caravana estaba formada por ocho jeeps, íbamos chupando el polvo de los que iban delante, y cuando me dí cuenta estaba cubierto por una fina capa de polvillo bastante molesta, pero no me importó lo más mínimo. Disfruté como un enano, y no tenía ganas de que terminara… fue quizá la excursión donde menos maravillas vimos pero la más lúdica de todas. Y los conductores estaban casi todos locos perdidos: si había dos posibilidades de seguir camino, escogían aquella que les obligaba a dar más botes o vueltas, y siempre se picaban entre ellos por ser los primeros de la caravana, echando carreras. Una vez se pusieron a conducir en círculos únicamente con los pies, sostenidos sobre el jeep, mientras los pasajeros alucinábamos en colorines y un copiloto empleado grababa un vídeo que luego repartieron previo pago, claro. Una vez, en medio del camino, pudimos ver a una ardilla cruzando… nos paramos y le echamos alguna fotito. Por lo demás, los únicos animales que vimos fueron cabras, a montones… de su leche se hace un queso bastante bueno que tuvimos la ocasión de probar y comprar. Por lo visto, nuestro conductor comentó que no necesitaban vallados, ya que tampoco tenían depredadores naturales ni adonde ir. El único peligro que corrían eran los furtivos, que de vez en cuando asaltaban los rebaños y se llevaban algún cabrito para hacerse una barbacoa al día siguiente. La excursión fue entretenida, y vimos algunos paisajes nuevos (para mí esta es una de las mejores fotos), que no parecían existir en Lanzarote.

Nos pasamos el resto del día en el hotel descansando del viaje, y lavándonos un poco. No tuvimos ánimos para hacer nada más… la excursión nos había dejado agotados.

La mañana siguiente era la última, ya que ese viernes teníamos que dejar la habitación a las 12:00 horas e irnos al aeropuerto a la una para salir a las tres y media en avión para Barcelona. Precisamente esa mañana habíamos concertado sendos masajes en el Spa, para relajarnos al dejar el hotel. En realidad, estaban programados para el jueves, pero con el cambio de día de la excursión tuvimos que aplazarlos para el viernes. Me tocaba antes a mí, un masaje terapéutico de cuerpo completo, y luego a Sonia, uno relajante de piernas, así que me tocó a mi gestionar el abandono de la habitación. A las doce ya tenía las maletas en consigna y esperaba a Sonia, para comparar experiencias en el Spa.

Mi masaje fue increíble. Nunca pensé que un cuerpo humano pudiera crujir tanto… la fisioterapeuta me arregló por completo, aunque para ello tuviera que estirar buena parte de mis extremidades y cada músculo de mi espalda. Me dio unas cuantas recomendaciones sobre posturas anatómicas y salí como nuevo. El masaje duró en total media hora justa, y sin duda repetiré en un futuro. La verdad es que me gustaría saber hacer lo que la fisio me hizo, fue impresionante, y un poco extraño, parecía un pelele en sus manos: “ahora pon la pierna así, y el brazo relajado así… relájate”, “túmbate boca abajo y relájate”,… etc. En una ocasión, pensé que me descoyuntaba del todo, parecía un nudo gordiano en pleno lío. Salí recuperado, aunque el cuello me dolía un poco.

Tomando algo en el hotelTomamos algo en el piano-bar mientras hablábamos, y dejamos pasar el tiempo hasta que nos vinieron a recoger para llevarnos al aeropuerto. Una vez allí, nos dirigimos al uno de los mostradores de Air Europa, donde facturamos las maletas. Cuando la chica las pesó, alucinamos: teníamos 22 kilos extra. Por supuesto, teníamos que pagar por ese peso extra, aunque la chica fue amable y nos quitó diez porque “tengo un buen día”. Menos mal, porque esos 12 kilos nos costaron la friolera de ¡¡75 euros!! A 6,25 euros el kilo, impresionante.

Tras el clavazo, cogimos los bultos de mano y fuimos a comer a un Burguer King, que estaba en el interior del aeropuerto, y a las tres embarcábamos en el avión. Llegamos sin novedad a Barcelona, donde los suegros nos estaban esperando para ayudarnos a llegar a casa. Les enseñamos fotos, vídeos y demás, les dimos sus regalos y nos fuimos a cenar al chino con ellos. Llegamos a casa bastante tarde y nos pusimos a dormir, totalmente agotados…