viernes, noviembre 17, 2006

Katy ha muerto

Hoy cuando llegamos por la mañana estaba en la incubadora. Por lo visto tenía varios órganos afectados y los pulmones estaban apunto de colapsar. Estaba sedada, y aún así de vez en cuando deliraba, exactamente igual que cuando soñaba y gritaba o movía las patas. Solo se calmaba cuando la acariciábamos. La veterinaria quería esperar unas horas a ver si mejoraba aunque se encontraba muy mal.

Pero temíamos que sufriese y sobre todo, que se muriera sola. Así que allí mismo decidimos, con lágrimas en los ojos, que Katy debía morir. Es una decisión enormemente dura, pero que le sobreviene a uno claramente cuando ve a alguien tan querido tan postrado y tan mal. La claridad no evita las lágrimas ni la congoja, pero sabes que tienes que hacerlo. Ambos la acariciamos durante un rato despidiéndonos y la veterinaria vino con una jeringa de un líquido de color verdoso. Sobredosis de anestesia. La besé, la acaricié las orejas, dentro y fuera de ellas, el lomo, las piernas,... esperando que supiera que estábamos allí con ella. Creo que lo sabía, tenía los ojos entreabiertos y cansados. Cuando le pudieron la inyección casi instantáneamente se le extinguió el brillo de los ojos y el rictus de su boca eliminó la expresión. Pero parecía viva... durante un rato seguí acariciándola hasta que ya no pude más. Se me iba un pedazo de corazón, pero dejaba su recuerdo en todos nosotros.

Es duro, muy duro, y consuela pensar en ella brincando, jugando, con los ojos ansiosos ante nuestra comida, o el tacto de sus pelos en nuestra cama,... pese a todo tuvo una muy buena vida, hizo casi lo que quiso con sus amos y vivió mucho tiempo, siempre a tope. Jamás pude verla indolente ni descansando sin motivo. Me animó en muchos momentos, y la quiero como he querido a poca gente... pero está mejor así. Su cuerpo ya no podía sostener su vida, pero ha dejado mucho en nosotros.

Me parece mentira que se haya ido, y tiemblo al pensar que nunca más estará con nosotros ese cuerpo diminuto y peludo, tan ágil pese a su tamaño. Pero jamás podré olvidarla, y eso es lo mejor que se puede decir de nadie, que deja un hueco difícil de llenar.

Es un momento triste... tanto ha dado y tanto le dimos. Aunque también hemos de sentirnos felices: ha sido todo muy rápido, apenas 5 días. Y hasta ahora ha hecho lo que más le ha gustado. Aún la recuerdo pequeñísima y vulnerable cuando nos la trajeron. No paraba de morderme las zapatillas, conectamos enseguida. Ella sabía que jamás le haría daño, y si alguien la reñía, enseguida venía a mí para protegerse. Estaba muy bien educada, y sabía lo que debía o no hacer, y muy pocas veces se permitió defraudarnos. Y yo intenté siempre tratarla como a parte de mi familia. Y cojones, lo he hecho... quizá demasiado bien.

Hasta luego, Katy...