martes, agosto 29, 2006

Soy un hombre casado (ay dió)

Anillo de Boda de AlejandroY llegó el día D. Sabado 26 de agosto de 2006. Amanezco bastante tranquilo tras una noche de muda conversación con la almohada; al parecer la boda no afecta a mi sueño, lo cual agradezco a la providencia. Es curioso pero normalmente soy bastante tranquilo... aunque no siempre. Hay que decir que tanto Sonia como yo nos vestimos en la misma casa, aunque por supuesto no me dejaron verla hasta la ceremonia: un segurata (uno de sus tíos) franqueaba el pasillo, lo cual hacía complicado divisarla hasta para sus familiares.

Cuando consideré oportuno (hora y pico antes de la ceremonia), me afeité, duché y vestí. Según la concurrencia estaba irresssssistible. No sé si querían tranquilizarme ante una posible fuga de la novia o realmente estaba guapetón, pero casi todo el mundo lo decía. Pasamos el rato con chistes y chascarillos varios, y media hora antes de las 13:00 enfilamos el camino al monasterio de Santes Creus, lugar de la ceremonia, con la compañía del chófer (un tío de Sonia), y mis padres. Tras los dos minutos del viaje (la urbanización está realmente cerca del monasterio), salí del coche con algún nervio ya en el cuerpo; vamos, la típica punzada en el estómago, que se pasó enseguida saludando a los que habían llegado antes que yo, parte de la familia de Sonia. Enseguida llegó la delegación merethiana, veinte amigotes, y entre la conversación y el cachondeíto la punzada desapareció del todo.

Pero casi llegaba la hora, así que cogí del brazo a la maaaama y me dirigí al portalón de la iglesia, a esperar a la novia, que, por supuesto, llegó tarde, aunque no demasiado. En ese momento los nervios hicieron acto de presencia, no solo en mí, sino en mi madre, que no sabía que hacer de lo emocionada que estaba. Juntos enfilamos el camino al altar y allí esperamos hasta que la novia apareció rutilante. Mientras, apareció en escena donde estábamos mi madre y yo un primo canijo de Sonia, de año y medio, que quiso unírsenos invadiendo la alfombra roja que pisábamos. Pero enseguida llegó la novia acompañada del suegro.

En ese momento ambos estábamos igual de nerviosos y solos ante el peligro, en un duelo fratricida con el pistolero de la ciudad, el sacerdote. La misa fue en bilingüe: primero hablaba en castellano y luego traducía al catalán, aunque alguna vez volvía a su lengua materna (la segunda) involuntariamente, para retornar al castellano en cuanto se daba cuenta. Yo ya me había tranquilizado con el comienzo de la ceremonia, mientras que Sonia parecía cada vez más nerviosa: incluso le entró la risa floja en un episodio del temita, pero supo salir airosa. Imma leyó las plegarias (no sé si se dice así) y el sacerdote se comió las frases que tenía que decir Julia, entre ellas un recuerdo a nuestros abuelos y familiares varios que no pudieron estar en la ceremonia (entre otras cosas porque algunos fallecieron en su día). Nos dimos el "si quiero" y nos pegamos el tradicional beso frente al altar. Tras ponernos los anillos, que trajeron Juanito y Sergio, primos de Sonia, llamaron a los testigos para firmar conforme nos habíamos casado: por mi parte Ramón y Juan Carlos, merethianos de pro y amigotes de ley, y por parte de Sonia Sandra y Esther.

Tras la protocolaria firma, salimos de la iglesia para recibir una lluvia de arroz en la puerta. Algunas andanadas iban con muy mala leche, especialmente las de los primos pequeños de Sonia, que las tiraban como balas de abajo a arriba, haciendo incluso daño. Ni que decir tiene que acabamos hasta arriba de arroz, hasta tal punto que podría haberse hecho una buena paella con los granos que se nos quedaron en el cuerpo. Duró mucho la lluvia blanquecina, y cuando paró por fin nos pusimos a hacernos las fotografías de rigor con familiares y amigos, con un solazo de rigor que casi nos derrite. No sé cuanto tiempo estuvimos, pero seguramente superó los veinte minutos. Pero ciento treinta invitados lo merecen…

Tras terminar la sesión fotográfica familiar, nos tocó a nosotros dos solos en el interior del monasterio. Solo nos dejaron entrar (no era hora de visita) con el fotógrafo profesional y nadie más, así que sin asistentes nos echamos unas cuarenta o cincuenta instantáneas con la magnífica mampostería del monasterio cisterciense de Santes Creus de fondo. Ya tenía ganas de terminar, claro; entre que no soy muy de fotos, que estaba cansado, acalorado y hambriento… estaba rezando por finalizar e irme al restaurante.

Ya en su interior (andando no lleva más de tres minutos llegar desde el monasterio), empezó el cachondeo. La etiqueta y las lágrimas se trocaron en carrerillas, vítores, risas y parabienes. Pasó todo rapidísimo, apenas me dio tiempo a apreciar las enhorabuenas, el cachondeo, la buena comida, los grandes amigos, la nueva familia, los bailes, las fotos, el ambiente de fiesta,… me lo pasé realmente bien, pocas veces he estado tan a gusto, rodeado de buena gente por todos lados. Si la ceremonia es una pequeña tortura para cualquiera, la celebración fue la compensación a todos los días de desvelos, de preocupaciones, de llamadas, de sinsabores, de ilusión...

Cuando hicimos la lista de bodas teníamos claro a quienes queríamos invitar, pero había un grupo de gente que, aparte de la familia, deseaba con todas mis fuerzas tener cerca. Y allí estaban los que pudieron asistir, dando apoyo y cariño a raudales. Desde aquí os doy las gracias por venir, ya que sin vosotros, la boda no hubiera sido lo mismo, lo digo en serio. Aunque solo sea por un detalle: me costó conseguir que Sonia accediera a cortar la tarta nupcial con Narsil, pero vosotros me apoyásteis y al final dijo el segundo “sí, quiero”. Vamos, solo os invité por eso xDDDDDDDDDDDD

Preguntaréis por las fotos… no os preocupéis, están en camino. El viernes nos iremos a Lanzarote de luna de miel, pero después prometo subirlas a un lugar muy, muy especial. Habrá innumerables fotografías y algún vídeo, sobre todo de la despedida, en la que me vistieron con un traje blanco y verde de elfita corredora de bosques, y a Sonia con un traje de novio improvisado. Imaginad mi ancha espalda enfundada en un traje medieval vaporoso… no digo más de momento :-D

¿Qué si recomiendo la experiencia? Realmente no me siento distinto tras haberme casado, quizá ayude el hecho de llevar ya tres años viviendo juntos, uno ya en soledad. Sí, llevo un anillo en el dedo, de acuerdo… cuesta acostumbrarse a ello, ya que nunca lo he llevado, pero por lo demás, todo es lo mismo de siempre. Sigo enamorado y creo que me siguen queriendo (o eso espero) xD Espero que no cambie nada… bueno, sí, una de las abuelas de Sonia está muy contenta porque ya no “vivimos en pecado” xDDD

Si os amáis y deseáis celebrarlo con gente querida, una boda os hará más felices, sea religiosa, civil o como sea, mientras que vosotros lo consideréis como lo que es, una celebración, y no una obligación. En nuestro caso deseábamos hacerlo para compartir todo con la gente que queremos y de la que disfrutamos, y nada más. Y la gente se ha portado… para mí eran, son y serán mi familia.

Ha sido emocionante… agotador pero un pasote. Hay familiares y amigos que no han podido venir por distintas causas, pero los sentíamos tan cerca como si estuviesen a medio metro de distancia. Para todos ellos… un abrazo y no os preocupéis, la vida a veces nos ofrece su cara más amarga, pero tarde o temprano nos compensa. Yo lo sé.

En fin, gentecilla… que soy un hombre casado y feliz cual perdiz :-D






P.D.: Por cierto, el ramo de novia se lo regalamos a cierto individuo gallego afincado en Madrid, a quien le toca ahora elegir novia... si yo fuera cierta madrileña tendría cuidado con cierto maripuri sevillano :-DDDDDDDDDD


P.DD.: ¡¡¡Ahora una semanita en Lanzaroteeeeeeeeeeeeeeeee!!!