
Y es que Katy odia los ruidos fuertes. Bueno, no sería exacto decir que los odia, más bien les tiene pavor. Cuando hay alguna tormenta, Katy desespera e intenta siempre llegar al sitio más alto (sólo ella sabe porque, lo normal sería esconderse en el cubículo más oculto), ya sea éste mi cabeza, mis hombros, la mesa, el respaldo del sofá, la cama,... lo que pille. Lo mismo hace si hay fuegos artificiales o si se pasean por la calle los Trabucaires (unos maromos acabaos de la vida que van por la calle a las ocho y media de la mañana en las fiestas de aquí pegando tiros con sus trabucos, hoy se han pasado por aquí cerca). Katy lo lleva crudo durante unos días, porque hasta el 12 tenemos aquí las fiestas de la ciudad, y son muy dados a lanzar sonoros aparatos pirotécnicos. Ahora mismo la tengo en mi regazo (apenas me está dejando escribir esto) intentando tranquilizarla. Hasta el ruido de una mosca la pone alerta... un día le dará un infarto, seguro. Si se pone muy nerviosa le doy un tranquilizante en pastillas que le recetó la veterinaria, sólo que la dejan atontada perdida, y no me gusta dárselas.
Un día nos pasamos con las pastillas... fue durante un viaje de Asturias a Cataluña en coche. Le dimos algo más de media (por su peso le corresponde menos de media o un cuarto) y estaba tan dormida que, cuando la sacamos a "hacer lo suyo" en mitad del viaje la pobrecilla perdía el culo (literalmente se lo dejaba atrás al caminar), describía amplios círculos y tenía una cara de drogada que no podía con su alma. Muy raro nos miraba la gente... Además, nos miraba con cara de "te juro que yo no me he tomado nada, vamos, mi agua y mis bolillas de pienso, seguro que has sido tú, cabrón, seguro que fue esa cosa que me metiste directamente en la garganta para que no la escupiera... ¡pastillero!"
En fin, a ver como me lo monto hoy para que no destroce todo, ya que cuando busca "refugio" no repara en nada ni sienta el culo en ningún lado. Esperemos que al menos nos deje dormir sin tener que darle pastillas...