viernes, agosto 27, 2010

Alicia: tres años y sus primeros pinitos en el váter

Alicia en patineteEn la vida de un niño, hay algunos aprendizajes difíciles y traumáticos que ha de superar para conseguir llegar a la edad adulta con un mínimo de destrezas básicas. El problema es que ciertas cosas no nos vienen de serie, y por supuesto, normalmente nos es más cómodo no saberlas. Nos es más cómodo no compartir las cosas, pegar a quien nos molesta, comer todo lo que se nos antoja sin pensar en los demás, obligar a los demás a hacer nuestro trabajo y... no hacer caca o pipi en el váter.

Alicia tiene ya tres años, los cumplió el pasado 10 de agosto, y he de decir que ha quemado algunas etapas muy rápido, y otras no tanto, pero si algo temía era el momento en que debía aprender a desprenderse del pañal. Aparte de antihigiénico, el pañal es un foco de infecciones e irritaciones, sobre todo en los meses en que el calor aprieta, y al vivir en la provincia de Barcelona, con la costa tan a mano, en verano hay un calor asfixiante. Mientras escribo estas líneas, hay más de 44 grados y mucha humedad, así que podéis imaginaros.

A mediados de julio, decidimos que ya era el momento de ponernos en serio con la tarea de terminar nuestra tempestuosa relación con el pañal. Muy cómodo para los padres y los niños, pero un callejón sin salida, el canijo ha de avanzar siempre. Tras hablar con familia y profesores de la guardería, decidimos intentar el cambio en verano, ya que estábamos seguros de tener que soportar (los tres) una sucesión interminable de cataratas de pipi y depósitos de cacotas en el suelo, camas y sofá, y el verano es siempre el mejor momento de desprenderse de la ropa, estar al tanto de la niña y limpiar los desperfectos.

Empezamos mientras aún estaba en la guardería... sus profesores no estaban muy de acuerdo, ya que la venían inmadura en ese aspecto, y no pedía el pipi. Nosotros, que la conocemos mucho mejor, sabemos que se retrae mucho ante desconocidos o gente que trata poco, y con nosotros se suelta mucho más, y creíamos que ya estaba preparada. Así que, los profesores por la mañana y yo por la tarde en el trabajo, intentamos que usase el váter. En la guardería tenía los típicos bidés pequeños, adaptados a su tamaño, y en casa un váter de plástico, que se puede comprar en cualquier tienda de juguetes o de objetos orientados al bebé y a los niños pequeños. Y nos preparamos para el asedio.

Como todos los padres, antes de esta decisión nos vimos asediados por opiniones de familiares, a cual más variada, y por la extrañeza de los ajenos: “¿con ese tamaño -107cm- y todavía lleva pañal?” “señora, que todavía no tiene 3 años aunque aparente 4 ó 5, no se engañe”. Nosotros nos olvidamos de la mayoría de los puntos de vista con que nos obsequiaron otros y diseñamos nuestra propia estrategia de ataque.

Lo primero que tuvimos claro es que había que quitarle el pañal y cada hora sentarla en el váter. Eso le metería la idea en la cabeza y evitaría algunas escapadas diurnas. Claro, por la noche, de momento, no hubo más remedio que dejárselo puesto, ya que si de día no controlaba imaginaos de noche.

Hasta agosto, no puede decirse que nos hizo mucho caso. Alicia es muy cabezona, en eso se parece sobre todo a su padre, y no tenía entre sus intenciones más próximas el aprender a usar el váter. ¿Para qué si era muy cómodo que el papá o la mamá la cambiasen enseguida si tenía algún problema? Desde ese punto de vista, su lógica es irreprochable, ¿para qué cambiar si me va bien?

Alicia en patineteNo pudimos reaccionar en julio por el trabajo, y porque en la guardería no teníamos control sobre nada, pero en agosto la cosa tuvo que cambiar. Empezó de la misma forma, salvo que pasé casi todo el tiempo en casa y eso ayudaba mucho. Sonia empezó a trabajar, así que me tocó a mí casi toda la guerra civil, durante la mañana compartida, y durante la tarde y la noche a mí.

Lo primero que hice fue implantar la ley del terror, de interrogatorios sumarísimos, acoso mental y control físico. Necesitábamos que la idea del váter germinara en la mente de una niña cabezona de 3 años, así que debía preguntarle cada poco si tenía pipi o caca, y recordarle que si llegaba a tenerlo debía ir al váter. Iba vestida sólo con una braguita, sin ropa por el calor, así que no había mucho margen de tiempo para ir al servicio. Sabía que iba a costar, pero cada día la misma historia, y cada día Alicia decía a todo que sí y luego hacía lo que le daba la gana. En alguna ocasión pidió pipi o caca después de hacérselo, o antes sin que le diera tiempo a reaccionar, pero casi siempre lo ignoraba todo y se hacía lo suyo donde estuviera, sin importarle lo más mínimo.

Así pasó unos cuantos días, y justo cuando empezaba a hacer algo de caso sobrevino la catástrofe: un virus intestinal. Lógicamente, con frecuentes deposiciones líquidas, dolor intestinal y fiebre recurrente, era imposible seguir con el plan militar que nos habíamos propuesto, así que tuvimos que relajar la disciplina para con la recluta, ponerle el pañal y dejarla lo más cómoda posible. Llevó bastantes días de dolores, visitas al pediatra y explosiones intestinales que pusieron perdido el piso, pero finalmente Alicia dejó de sufrir y se curó. Y llegó el momento de aleccionar a las tropas, la guerra es la guerra, el cole estaba a la vuelta de la esquina y debíamos enseñar a luchar a nuestra pequeña soldado.

Le quitamos el pañal de nuevo y comenzó el acoso... observamos que se aguantaba el pipi, así que descubrimos que ya estaba madura físicamente para ir al váter. Así que no nos cortamos un pelo: preguntas cada 20-30 minutos, amenazas con quitarle los dibujos si se hacía pipi o caca encima, psicología positiva, etc. No pasaron muchos días hasta que hizo su primer pipi en el váter después varias lloreras tras castigarla sin dibujos. Empezó a advertir que pasaba algo, y que seguir con el pañal podría no ser tan positivo como parecía en un inicio “¿sin dibujos? ¿qué es esto?”.

Cuando tu ejército avanza pero no lo hace como debiera, es fundamental apretar el paso si no quieres volver atrás, algo en lo que nuestra hija es especialista. Hasta entonces, cada vez que mi hija no iba al váter tenía que limpiarla a la manera tradicional: totallitas y cubo de basura. Muy cómo para Alicia, así que decidí comenzar a ducharla cada vez que se hiciera pipi o caca encima. Harto estaba de tener que limpiar cacotas secas (porque avisaba cuando le daba la gana) con medio paquete de toallitas, así que tocaba otra solución.

La ducha, ese enemigo natural de mi hija de tres años. Sólo con la ducha tendría para un post completito en el blog. No le gusta mojarse en la ducha para nada, sobre todo el pelo y la cara. Obviamente, no puede estar siempre por ahí sin duchar, así que debemos hacerlo, en medio de gritos, llamadas de auxilio, lloros, vómitos, etc.

Y al fin, si a la presión inicial sumamos la ducha, estamos ante una combinación en cuanto a adiestramiento se refiere, que ni el sargento de La chaqueta metálica tuvo a su disposición. Tras dos días con el nuevo elemento disuasorio en el tapete, la ya señorita Alicia lleva cinco días haciendo todos los pipis y cacotas en su bacenilla. No sólo eso, sino que cada vez que hace algo ahí me lo enseña orgullosa: “¡mira, papá, Alicia ha hecho pipi!”, y he de ir al váter a verlo –y limpiarlo, claro-. Queda aún, cuando llegue, la transición al váter familiar, pero de momento es un avance MUY, MUY significativo, por el cual tanto Sonia como yo estamos contentísimos. Sabemos que no es la última frontera, y que nuevas batallas nos esperan en el horizonte de este imperio aún por conquistar, pero será un descanso infinito perder de vista el pañal, que aún usa por las noches –en ocasiones sale limpio-, y más aún dejar de limpiar pipis o cacas en el piso xD

En cuanto a Alicia en sí, incluyo dos fotografías, la primera de julio y la segunda de agosto... como véis está enorme xD