martes, noviembre 14, 2006

Historia de una perra (epitafio)

Katy como siempre quiso estarHoy hemos recibido una muy mala noticia. Nuestra perra, Katy, un chucho pequeño e inteligente, tiene un tumor grave. Han sido más de 12 años de lametones, juegos y complicidades, algo complicado de resumir. El viernes se fue con los suegros a su casa de campo y jugó como siempre, con desenfreno; incluso el sábado siguió siendo ella. Pero la mañana del domingo despertó cansada y triste, y ni siquiera pudo acompañar al patio a los primeros en levantarse de la cama. Por la tarde nos la trajeron a casa, y pudimos comprobar que se mareaba (apenas se tenía en pie) y estaba tristona. Corriendo la llevamos a un hospital veterinario muy competente. Era el primer problema serio en más de 12 años. Mientras la llevamos al coche, observamos como hace de vientre y deja un poco de sangre en el suelo. Nos alarmamos aún más.


El veterinario de urgencias nos atendió muy amable, intentando tranquilizar a Katy, que en cuanto ve una mesa de metal frío lo asocia con sus frecuentes revisiones, y no le gustan un pelo. Se revuelve todo lo que puede, y no es mucho porque está sin fuerzas. El veterinario constata la gravedad del tema y nos propone ingresarla. Esa noche dormirá en una espaciosa celda.

Al día siguiente vamos en horario de visita y nos dicen que tiene una anemia galopante y que están buscando su origen. Tiene también una infección de matriz y deberían operar, pero no sin antes resolver el tema de la anemia. Ella nos recibe enfadadísima por haberla dejado allí "sola", y no nos quiere ni ver. Poco a poco logramos que nos haga caso, aunque está agotadísima. La sacamos de la celda e inmediatamente, se acurruca junto a mí y se mea. Casi todo es sangre. Tras limpiarla, estamos con ella en brazos un buen rato y la volvemos a dejar en la celda, muy nerviosos.

Hasta hoy por la tarde... al verla de nuevo cogemos fuerzas: está mejor, hace más caso y camina sin demasiados problemas. La sacamos a un pequeño patio y mea un poco, con algo de sangre, pero mucho menos que en el día anterior. La cogemos en brazos y la sacamos a recepción. Tras muchísimo rato, aparece el veterinario y nos lleva a un despacho.

Tiene un tumor, no saben en que lugar de su pequeño cuerpo. Podrían recoger biopsias de sus órganos y ver cual es el afectado, pero su anemia desaconseja prolongarlo. No va a mejorar, e insistir es perder el tiempo y ocasionar sufrimiento a Katy. No siente dolor ahora mismo, tan solo se siente muy cansada, pero poco a poco le irán fallando órganos. Puede durar una noche, como una semana o un mes, y la mejoría solo es responsabilidad de la transfusión de sangre de hoy. No hay esperanza. Katy se muere.

Katy tras la bodaHemos llorado, nos hemos lamentado... y ahora toca pensar en que es lo mejor para Katy. Estoy destrozado... lleva conmigo desde hace muchos años. Creo que mañana le pondremos la inyección letal, no quiero que sufra lo más mínimo. Estaré con ella hasta el final, hasta que exhale su último aliento, quiero ser lo último que vea y huela. Me ha dado mucho esa canija de color canela y pies teñidos de blanco, ha estado conmigo en tragos horribles pegándome lametones cuando lo pasaba mal o gruñéndome cuando la hacía rabiar. Ha sido una compañía fiel inestimable y con un carácter muy dulce. Siempre se portó bien y aprendía rápido cualquier cosa. Pensé siempre en su bien porque no me dio más que cosas buenas...

Y en eso pensaré mañana. Quiero ser lo último que vea y huela, quiero que sepa que estoy allí y que no la dejo sola. Es parte de mi familia y siempre la tendré en la memoria. Se me rompe el corazón cuando pienso en que mañana será la última vez que la vea... pero no quiero verla doblada por el dolor, sintiendo como sus órganos van fallando uno a uno. Quiero que se vaya sin dolor, durmiéndose, como si se quedara dormida. Será a mí a quien doble el dolor, pero sé que puedo soportarlo. Ella no sufrirá si está en mi mano. Por todo lo que me ha dado... será un día tristísimo, insoportable, duro. Pero me quedo con los 12 años de alegrías que me dio. No creo que exista un cielo ni un infierno ni nada parecido, ni para humanos ni para animales. Esta es nuestra vida para bien y para mal, y cuando se acaba, solo queda nuestro reflejo en los seres queridos, queda su influencia en nosotros. Y en ese sentido, Katy seguirá siempre viva.

Mi madre dijo hoy algo curioso: "¿ves de qué vale tener un perro?". Pues que nadie se haga esta pregunta, y si alguien se la hace yo le respondo: no se puede vivir con miedo a perder lo que se tiene; no se puede renunciar a algo solo por miedo a perderlo. La vida solo se vive una vez, y en ella damos todo lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Jamás me arrepentiré de nada. Lo que me dio Katy compensa un trillón de veces el disgusto de estos días. Estará siempre en mi corazón y en mi cabeza. Te quiero, Katy.